La escritura perpetua

Dos grandes

ulia Gutiérrez Caba ha vuelto al teatro, después de muchos años de ausencia, con ‘Cartas de amor’

Julia Gutiérrez Caba ha vuelto al teatro, después de muchos años de ausencia, con ‘Cartas de amor’, una obra que llega directamente a la sensibilidad del espectador. Julia tiene encima la herida del tiempo, como todos, el paso de los días y de los años, algo a lo que se refiere también esta función sensacional, pero ahí están sus dotes de actriz, perfectas, y su voz, sobre todo su voz, llena de matices, con esos altos y bajos que se mueven por el escenario como una ola, la voz inconfundible de Julia Gutiérrez Caba, que no ha perdido ninguna energía, por ejemplo, desde aquella remota e impecable interpretación de ‘Petra Regalada’, de Antonio Gala.

‘Cartas de amor’, que se representa en el teatro Maravillas de Madrid, es, sobre todo, una obra que emociona, porque cuenta la vida de dos personajes, Melissa Gardner y Andrew Ladd III (interpretado por un colosal Miguel Rellán) pero, simultáneamente, está contando algún fragmento de vida con el que se identifica el espectador. Eduardo Haro Tecglen sostenía que el teatro es palabra y actor. Pocos ejemplos pueden encontrarse tan significativos de ese concepto esencial del teatro como esta obra de A.R. Gurney, aparentemente sencilla, pero con una inmensa complejidad dentro, porque, decíamos, es la vida la que se mueve por el escenario, de un lado para otro.

Es la historia de dos personas que se han amado siempre, desde los siete años, pero el destino los ha mantenido separados. Melissa y Andrew se cuentan su vida a través de cartas desde que eran niños, hasta que ya, viejos, la enfermedad comienza a arañarlos seriamente. A dar arañazos mortales, en el caso de Melissa regados por whisky con hielo. Melissa se desliza definitivamente por la rampa del desengaño tras el fracaso de la última exposición de sus cuadros. Los actores están sentados cada uno en un extremo del escenario, no se miran, y detrás de ellos hay unas bombillas que se van apagando, poco a poco, como se apagan las ilusiones, como se apaga la vida, hasta quedar a oscuras. Miguel Rellán cuaja una interpretación sublime, una interpretación extraordinaria, calmada: memorable. Él mismo ha hablado muchas veces de la sencillez que debe primar en el teatro. Y para ello recuerda una frase de Vittorio Gassman, que en una lejana madrugada reflexionó prolongadamente sobre el arte teatral, para terminar diciendo, puesto en pie, brillantísimo: “Un actore, un espectatore: Teatro”.  

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