Jerez

El peligro de vivir aparte eternamente

Los últimos altercados en San Juan de Dios y ‘El Chicle’ han puesto en evidencia la profunda brecha social y económica que acusan estos barrios

Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
  • Dispositivo de la Policía Nacional en la zona de El Pandero tras los altercados. -
  • Expertos analizan los incidentes y mantienen que la vía del trabajo comunitario es la adecuada

Los últimos disturbios registrados en San Juan de Dios y en los bloques de El Pandero, en la barriada de El Chicle, en la zona sur, con apenas cuatro días de diferencia, han vuelto a poner en evidencia la situación marginal y la profunda brecha social y económica que arrastran estos enclaves frente otras zonas de Jerez.

Por esta razón, en estos barrios se lleva a cabo desde hace años una intervención social encaminada a una labor de integración en la que participan las administraciones, los propios vecinos y los agentes sociales. Una labor que ha saltado por los aires después de ver a vecinos a la defensiva y en masa intentando agredir a las fuerzas de seguridad e increpándoles tras unos episodios que han dado la vuelta al país por el uso “tóxico” y “dañino” de las redes sociales.

Ante este contexto,  resulta inevitable poner sobre la mesa una serie de reflexiones: ¿Habría que darle una vuelta de tuerca a este trabajo?;¿son suficientes los programas que se están desarrollando?;¿se puede revertir la situación de estos barrios? En definitiva, ¿tiene arreglo todo esto? Para el director de Ceain (Centro de Acogida de Inmigrantes), Francisco Morales, que forma parte del proceso comunitario intercultural que se lleva a cabo en la zona sur desde 2010 y que lidera el Ayuntamiento de Jerez  (junto con ciudadanos, profesionales, técnicos y otras administraciones), el trasfondo es “mucho más complejo”, lo cual no exime de la necesidad de “tomar nota y desarrollar estrategias más adecuadas para incidir desde la prevención y la educación cívica”. Pero esto no quiere decir, a su juicio, que las acciones desarrolladas hasta ahora en la zona sur no hayan dado sus frutos ni que haya que tirar la toalla.

“Un trabajo silencioso y lento”

“Lo que ha ocurrido no nos debe desanimar. Hay que aprender de errores y seguir desarrollando un trabajo silencioso y lento pero que obtiene resultados”, señala Morales, que “sin minusvalorar” estos últimos incidentes que, en su opinión, denotan que esas personas “se sienten excluidas”, tiene claro que estos sucesos “nos tiene que situar ante el reto  de seguir trabajando en perspectivas de cohesión a estas personas”, pero “afinando” y no haciendo extensivo este comportamiento problemático “a todo un barrio”.

Frente a esta situación, tiene claro que la vía del trabajo comunitario “es la acertada”, puesto que es “la puede darnos resultados”. “La otra es buscar la confrontación con sentimientos de exclusión. Hay algo objetivo”, añade, y es que “si no se tiene empleo ni oportunidades de inclusión, tenemos un problema”, pero “hay que afinar” y no extrapolarlo “a todo un barrio”.

Y es que, como recuerda, en el diagnóstico comunitario que hicieron de esta zona, lo que más prevalecía,  es que “había muchas personas orgullosas de su barrio, con los problemas que pudiera tener, y les pesaba mucho la estigmatización constante”. “No hay que minusvalorar lo que ha ocurrido, pero tampoco menospreciar esa parte normalizada y que hay que fortalecer, para que cosas como estas sucedan en menor medida “,  señala, tras insistir en que para el desarrollo local del territorio debe haber “mas inclusión, más empleo y más oportunidades” y, de esta manera, dejar de  contribuir al sentimiento de “vivir aparte” que afecta a estos núcleos determinados de la población.

Tampoco ayuda nada, sostiene, el uso “tóxico y dañino” que se da de las redes sociales, y que en el caso de estos sucesos perjudica “tanto a quien sale como a quien graba” y “proyecta y amplifica” unos comportamientos que acaban ligándose a todo un barrio. ”El vídeo destroza mucho de lo que se viene haciendo en plan hormiguita durante muchos años. La diferencia es que en estos años se ha construido una organización comunitaria con un espacio en el que participan profesionales y ciudadanía y donde tendremos que analizar esto. Hay una parte que no cae en saco roto, no se hace nada en el terreno, pero hay un trabajo hecho, espacios de relación y encuentros con ciudadanía que están activo y se puede ver qué seguir mejorando y haciendo para amortiguar y reducir estos incidentes”, concluye.

Un trabajo de intervención social que también se está desarrollando en San Juan de Dios con programas de participación, aunque no de forma tan ambiciosa como en la zona sur, y que también se ha visto afectado por la pandemia ante la imposibilidad de realizar encuentros personales, independientemente de que “se siga trabajando”, pero sin perder de vista que las mejoras que se realicen en el territorio  no se pueden hacer sin contar con las personas que viven en el territorio.  “No se trata de trabajar para ellas, sino contando con ellas”.

“Me duele ver esos vídeos; no representan a las personas que vivimos en El Chicle”

Manuel tiene 75 años y lleva “toda la vida” viviendo en su casa de la calle Z, en la barriada Federico Mayo. En esa vivienda, de la que "no me pienso mover", nacieron y se criaron sus dos hijos, los dos con carreras universitarias y que ahora van al barrio solo de visita para ver a sus padres. Un barrio que nació en los años 50 y que se conoce popularmente como El Chicle “porque es la única barriada de Jerez que se entregó sin urbanizar; era suelo era de arcilla, y cuando llovía se convertía en un barro que se te pegaba en los zapatos; de ahí lo de El Chicle, y no veas los batacazos que había”, recuerda divertido este vecino, quien reconoce a este medio que “me duele ver esos vídeos; no representan a las personas que vivimos en El Chicle”. Se refiere a las grabaciones que han corrido como la pólvora por mensajes masivos en WhatsApp y redes sociales y que han dado la vuelta al país, apareciendo incluso en los informativos de las principales cadenas nacionales de televisión.

“No nos sentimos representados, me molesta que se dé esa imagen del barrio, porque hay gente muy buena; muchos mayores”. Su casa está a 100 metros de la zona de El Pandero, donde se produjeron los altercados. Distancia suficiente para poder ver el furgón del 091 desde su casa. “Ahí hay cuatro bloques, con gente sin ilusión, pero en Federico Mayo hay 1.005 viviendas”, señala.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN