Era angustiante. Estaba en una discoteca repleta de gente, todos bailaban y bebían. Sin embargo, a mí, que siempre me han gustado estos sitios, me encontraba al borde del colapso. Quería huir. Nadie llevaba mascarillas y me estaba agobiando”. Podría ser un relato de terror, por aquello de estar en medio de una aglomeración sin mascarillas, también pensar en que esa persona es realmente una irresponsable al estar en una discoteca durante la pandemia, pero por suerte o por desgracia, sólo se trata de una pesadilla recurrente de Carmen Rodríguez, una joven de 23 años, a la que como a gran parte de la población, el coronavirus también ha llegado a invadir sus sueños.
“En mi caso, desde el confinamiento vengo sufriendo insomnio, al menos un par de veces a la semana, y mis sueños suelen estar relacionados con el coronavirus. He llegado a soñar que estaba en otro país y me agobiaba porque pensaba que me había saltado restricciones y que cómo iba a volver”, comenta Juan Carlos.
En el caso de Carmen, al igual que en el caso de Juan Carlos, se podría llegar a pensar que la pérdida de libertad en determinados ámbitos de la vida a causa de la pandemia, el estrés generado por la situación actual, la incertidumbre que rodea al día a día, están haciendo mella en la calidad del sueño, dando como resultado posibles alteraciones.
Pero, tal y como dice la psicóloga Marina Moreno Pérez de la Lastra, esto podría ser también un canal para liberar las emociones reprimidas. “No se puede generalizar, cada persona es un mundo, pero se puede suponer que esta tipología de sueño, que puede llegar a hacerse más recurrente, es una forma de que el inconsciente vaya drenando emociones de miedo y ansiedad que sufrimos a lo largo del día”, una visión aproximada, porque, como dice Marina, los psicólogos no analizan sueño por sueño, ni intentan descifrar los significados de los mismos.
Estos hechos llaman la atención cuando de las 180 personas encuestadas, al menos un 44% afirman haber sufrido alteraciones del sueño desde el comienzo de la pandemia.
Por trastornos del sueño, se podría hablar, entre otras variantes, de insomnio, hipersomnia, alteraciones del ritmo sueño-vigilia, sonambulismo, terrores nocturnos y pesadillas, de estas últimas, un 37% de los encuestados aseguraban haberlas sufrido de forma más frecuentes en el último año en comparación con años anteriores. Por ello, hay que distinguir entre trastornos del sueño y alteraciones.
“A raíz de esta situación de crisis sanitaria, las personas se han vuelto más vulnerables y, por ende, pueden tener de manera puntual alteraciones del sueño como pesadillas en la que se vea reflejada la situación de angustia e incertidumbre que se vive. Aunque, no por ello hay que hablar de trastornos. Se hace referencia a alteraciones como algo puntual, fruto de la falta de adaptación emocional a la situación. Se está en un ambiente hostil, en el que la calidad de vida de todos se ha visto mermada y eso se llega a reflejar de muchas maneras, porque también somos lo que dormimos”, explica Antonio García Romero, psicólogo general sanitario especialista en neuropsicología clínica.
En cuanto a las personas más propensas a sufrir este tipo de afecciones, por un lado, como dice la psicóloga Marina Moreno, estarían aquéllas cuya variabilidad genética esté más expuesta en sí, pero también podrían verse afectada cualquier persona sin importar la edad. “Lo pueden sufrir ancianos y adultos constantemente, primero por el miedo al contagio, a perder a seres queridos, pero también por el estrés y ansiedad que genera en la población activa el pensar que puedes perder el trabajo o que ahora mismo te va a ser imposible encontrarlo”.
Para García Romero, lo más complicado de esta pandemia es asumirla.“Esta situación genera trauma, esto es algo que hay que tenerlo claro y ser conscientes, y cuando tenemos sueños recurrentes, ansiedad y problemas cronificados para conciliar el sueño hay que vigilarlo y ver en qué deriva, por supuesto, acudir a profesionales”.
Hay que tener en cuenta, que no solo el estrés y la ansiedad generan alteraciones que impiden caer en los brazos de Morfeo, también pueden ser síntomas o resultados de diversas enfermedades que no tienen por qué tener relación con la pandemia. Además de infectar los sueños, la situación por covid-19 ha originado que se duerma más pero con una peor calidad o higiene del sueño. De los encuestados, un 17% afirmaba haber sufrido parálisis del sueño solo durante la cuarentena. Consiste en la incapacidad para hablar y realizar cualquier movimiento voluntario con la cabeza, el tronco o las extremidades. Los episodios suelen suceder al inicio de las fases de sueño REM o en la transición sueño-vigilia, y se pueden llegar a tener hasta alucinaciones.
“La primera vez lo pasé fatal, fue a mitad de abril. Pensé que me estaba muriendo, porque no podía moverme ni pedir ayuda, aunque fueron solo unos segundos, a mí se me hizo eterno. Después he experimentando un par de veces más esa situación, pero no me resultó tan angustiante”, narra Andrea Vázquez de 42 años.
La pregunta ahora es, ¿y cuando se acabe, seguiremos soñando en clave de pandemia?
El reto personal de asumir la pandemia
Para García Romero, lo más complicado de esta pandemia es asumirla.“Esta situación genera trauma, esto es algo que hay que tenerlo claro y ser conscientes, y cuando tenemos sueños recurrentes, ansiedad y problemas cronificados para conciliar el sueño hay que vigilarlo y ver en qué deriva, por supuesto, acudir a profesionales”.
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