No logramos los jerezanos, por mucho que lo intentemos, que nuestra ciudad se convierta en una referencia nacional. Por hache o por be lo cierto y verdad es que, como han escrito otros compañeros, Jerez es una población de paso para muchos y para muchas cosas y, entre ellas, para la esfera episcopal que siempre fue reacia a que se convirtiese en diócesis, como siempre se opusieron, jerezanos ilustres entre ellos, a que fuese elevada a capital de la que se suponía iba a ser la novena provincia de este comunidad autónoma que es nuestra Andalucía. Ahora se nos va nuestro tercer obispo que deja una Diócesis que no tiene nada que ver con aquella que tuvo en el arcense Rafael Bellido a su primer prelado. Llegó Juan del Río, hoy arzobispo castrense, y estuvo nueve años donde dejó la estela de bien hacer, lo que le valió ese salto en la escala de valores materiales de la Iglesia. Llegó Mazuelos, de Osuna, y él mismo lo dijo al mediodía en el Obispado “Jerez me ha enseñado a ser obispo”. Lo hemos enseñado y se va a Canarias, a Las Palmas, no se vayan a enfadar los de Tenerife, a una diócesis mucho más grande, mucho más histórica, mucho más asentada que esta de Asidonia Jerez que apenas tiene cuarenta años de vida. Mazuelos deja la impronta de un hombre de Iglesia que no solo veía lo espiritual, que tan bien lógicamente, sino lo trascendental del patrimonio y ahí ha dejado para el recuerdo su gran obra de la recuperación de Santiago el Real y el Refugio, ahí ha dejado el museo de la Catedral, la restauración de la Torre, la torre de La Barca y otras muchas obras que ha llevado en una diócesis que no es solo Jerez sino que abarca a algo más de medio millón de habitantes. Mazuelos, médico antes que cura, ha tenido que enfrentarse a operaciones de envergaduras de las que ha salido airoso las más de las veces y en otras no ha dejado cadáveres por el camino . Sus decisiones en las hermandades quizá han sido las que más controversias han generado, pero al igual que no toda la diócesis es Jerez tampoco su única labor eran las hermandades. Jerez va camino de su cuarto obispo o, mejor, de ayudar a otra carrera eclesial.
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