Jerez

“Es mejor vivir el día a día sin pensar en la llegada del trasplante"

En el Día Nacional del Donante de Órganos hablamos con Tatiana Chagoyen, de 32 años y con fibrosis quística, que desde 2018 espera dos pulmones nuevos

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  • Tatiana Chagoyen. -

Dentro de dos semanas Tatiana Chagoyen cumplirá 33 años. Para ese día “no quiero regalos; el regalo que quiero es la llamada para mi trasplante”, comenta al otro lado del teléfono. Está animada, porque esta médico jerezana que desde octubre de 2018 aguarda dos pulmones nuevos no pierde la sonrisa, pese a que la espera a veces se le haga cuesta arriba y más en tiempos de pandemia.

No le gusta erigirse portavoz de la fibrosis quística, enfermedad que padece desde que era pequeña, ni mucho menos "dar penita", pero después de haber conocido su caso y de su vídeo viral animando a la ciudadanía a donar órganos, es inevitable acordarse de ella en el Día Nacional del Donante de Órganos. Una jornada en la que los hospitales hacen balance y recapitulan datos, pero en la que pocos, menos los que lo padecen y sus familiares, se paran a pensar en cómo se vive esperando la llamada del hospital -en su caso del de Córdoba- para darle la mejor de las noticias: hay un donante que podría ser compatible.

¿Cómo es el día a día de esta joven? Su rutina ha cambiado mucho desde que entró en la lista de espera de trasplante tras sufrir una grave crisis que le tuvo “confinada” más de un año en casa. “Lo mío no es una cirugía programada; me pueden llamar de repente y tengo que tener el teléfono operativo 24 horas (el suyo y el de un familiar). En cualquier momento me pueden decir vente para acá, y sólo tienes dos o tres horas para llegar a Córdoba porque los órganos tienen un plazo”, explica.

Antes de esa llamada tan esperada y que al principio a Tatiana tanto le obsesionaba, tienen que concurrir una serie de condicionantes que forman parte del “golpe de suerte” que necesita para empezar una nueva vida libre de las gafas nasales que lleva las 24 horas del día para administrarle oxígeno porque sus pulmones no llegan al 20% de su capacidad.

Las otras circunstancias necesarias para que esos pulmones sean aptos están relacionadas con el perfil del donante que necesita y otras circunstancias añadidas, como ella misma detalla. “Estamos hablando de un paciente joven (donante), con dos órganos compatibles conmigo (por sus pulmones), que la familia acepte y los done y que esos órganos vayan a Córdoba”, precisa, para referirse al perfil más compatible con su caso, que apunta a personas fallecidas en accidentes de tráfico, unos siniestros que han caído durante la pandemia por el confinamiento.

A Tatiana le consta que se ha ralentizado todo, puesto que los quirófanos estaban limitados a operaciones de urgencia y para pacientes oncológicos. Ella siempre insiste en la solidaridad que hay en España en este sentido, aunque la suerte de su vida tenga que ver “con la desgracia de otros”. “Yo siempre lo digo, que un fallecimiento causa mucho dolor, pero que esos órganos no se pierdan porque pueden dar vida a otra persona”. Y es que como reza el lema de la campaña de este año: “Donar es amar”

En contra de lo que se pueda pensar, ni ella ni otros pacientes de la lista de trasplantes conocen qué posición o nivel de prioridad tiene su caso, pero sí que “me tienen muy presente”, lo cual tampoco le garantiza que vaya a ser la primera en recibir una llamada que ya no le tortura como antes, aunque no por eso sea menos deseada ni necesaria. Y es que con el paso del tiempo esta médico especialista en medicina laboral ha cambiado el chip y prefiere comerse la vida a diario, dentro de sus limitaciones, y no centrarla sólo en lo que hará cuando sea intervenida. Esa operación ya no le da miedo. 

“Antes pasaba mucho tiempo pensando en lo que iba a hacer después del trasplante, pero es mejor vivir más el día a día. No puedo estar pensando en cuando llegue el trasplante porque si no estás que no vives; vas posponiéndolo todo. Se te va la vida”, admite. Eso sí, cada vez que ve un número largo en su pantalla “me asusto muchísimo y digo ¡ay, Dios mío, mi trasplante!”, cuenta entre risas tras recordar una anécdota reciente. “Me llamó un número largo varias veces y estaba nerviosa, pero al final era de un seguro, me enfadé y todo”.

A estas alturas, lo tiene claro. El día que menos se lo espere esa llamada llegará para dar el giro de 180 grados que necesita su vida. Ojalá sea muy pronto. 

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