Sin apenas tiempo para recuperarnos del impacto que supuso contemplar cómo las negociaciones para alumbrar un nuevo gobierno en Andalucía se desarrollaban y ejecutaban no ya lejos de nuestra comunidad sino, también, protagonizadas por los líderes nacionales de los diferentes partidos en liza, observamos ahora cómo se vuelve a las andadas, esta vez, a cuenta de las disputa por el control de otras instituciones que nada tienen que ver con la realidad política de Andalucía. El sucursalismo que se dio entonces ha quedado en pañales ante la maniobra descarada de Vox de condicionar estos días el apoyo a los presupuestos de la Junta para este año a un acuerdo a varias bandas tras las últimas elecciones. Por medio, numerosas alcaldías y presidencias de distintas autonomías. Un suculento pastel que no han querido pasar por alto para reivindicar así su mayoría de edad, o lo que es lo mismo, vender a precio de oro su apoyo a costa de la estabilidad del equipo de Juan Manuel Moreno.
Y todo, a plena luz, con todo el descaro del mundo y sin esforzarse en maquillar un tanto este tipo de maniobras que evidencian, cuanto menos, que los grandes centros de decisión en el ámbito político no están aquí a pesar del peso específico que supone Andalucía. Cuando se hacían coincidir varias consultas en las urnas es lógico pensar que, de inmediato, entra en juego, el intercambio de sillones. Pero de ahí a ignorar olímpicamente la propia realidad andaluza va a un trecho muy importante. Existe un acuerdo de gobierno entre PP, Cs y Vox. Que se sepa no hay incumplimientos graves como para poner en un hilo la misma continuidad de los que ahora se encuentran en San Telmo.
Probablemente, todo quede en nada y, al final, encontrarán el punto de equilibrio suficiente como para salvar los escollos surgidos en el camino. Es tal la relevancia del logro alcanzado, desalojando a los socialistas del poder en nuestra comunidad, que resulta difícil imaginar que malogren dicho triunfo. Pero eso sí, ese mercadeo fenicio, esa interrelación de intereses cruzadosteniendo a Andalucía como moneda de cambio, no va a quedar en el olvido. Los andaluces, tarde o temprano, harán pagar muy caro a los autores de tan perverso juego.
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