No es un “gobierno bonito” – expresión tan de moda desde que lo impulsó Pedro Sánchez a su llegada a la Moncloa- porque no hay fichajes deslumbrantes, pero es un gobierno presentable y solvente. Hay personalidades de amplia trayectoria profesional. No está ni dominado hasta la asfixia por los aparatos de los partidos coaligados. Es un gobierno, en su conjunto, con un nivel técnico y político aceptable. Se da a entender que cada parte del gobierno andaluz -Partido Popular y Ciudadanos - ha actuado sin presiones y con libertad razonable de elegir los miembros del gobierno. Se verá si esta tónica de comportamiento continúa en los segundos niveles de la Junta de Andalucía. Pero, desde el día antes de la publicación de los nombres por el presidente de la Junta, Juan Marín dio a conocer sus consejeros, y el mismo día de su nombramiento Rivera convocaba a sus diputados y sus consejeros, bajo los auspicios de la presidenta del parlamento andaluz, que también es de Ciudadanos. Dos sedes, dos presentaciones, un solo gobierno, pero competitivo consigo mismo. Por ello Juanma Moreno ha proclamado –adelantándose a las tensiones-: "El Gobierno es uno, sin distinción de siglas".
Hay dudas. La maraña de competencias fronterizas es muy destacada. La separación de políticas sociales y familias por partida doble –tanto de consejerías como de partido político- provocará disfunciones con toda seguridad. Probablemente se plantee la misma dicotomía en la separación de Desarrollo Sostenible, Industria y Energía y Ordenación del Territorio en tres consejerías diferentes. Hay una serie de entes y de agencias y organismos –entre ellos Canal Sur- que serán bicéfalos y administrados a cuatro manos por ambos partidos. La labor de coordinación del sanluqueño Juan Marín, Vicepresidente, y del malagueño Elías Bendodo, Presidencia, va a tener que ser intensa y el diálogo entra ambos más que fluido para que de verdad haya un gobierno y no dos. .
Hace mucho que a los nuevos gobiernos no se conceden no ya los tradicionales cien días sino ni cien minutos. En tiempos de democracia televisada y de mensajes cortos en las redes sociales (y hasta en los parlamentos y programas políticos) es misión imposible mantener silente a una oposición que sabe que va a recibir propuestas de acuerdo, para que el nuevo gobierno se libre de la presión del derechista Vox. La oposición no va a estar receptiva.
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