Acacias que invaden el acerado, pinchos de hasta 8,5 centímetros de altura, calles como la boca del lobo por la falta de iluminación, pocetas descubiertas...esta es la realidad con la que se encuentran los vecinos del entorno del sector 32, que agrupa a una serie de parcelas abandonadas en las que en su día se iba a construir entre la barriada de Las Flores y Pozoalbero.
Los terrenos llevan años en el olvido y su realidad se ha convertido en la aliada perfecta para el trapicheo de drogas en la zona y la práctica de la prostitución, tal y como denuncian los residentes de las casas más cercanas a este foco, que aseguran haber presenciado escenas de personas desnudas corriendo incluso a plena luz del día. “Estas escenas no son agradables ni para las personas mayores, ni para los niños que van al parque infantil que hay en un montículo, porque es donde está, ni para los adolescentes”, relatan.
Lo peor de todo es que en la práctica este sector es una zona de paso “que ha dejado de serlo porque la gente tiene miedo”, señala la presidenta la presidenta de la Asociación local Punta del Norte, Chari López, que no se explica a qué espera el Ayuntamiento para meterle mano a este ‘punto negro’. “En enero de 2016 estuvo la alcaldesa, y mis vecinos, la mayoría de ellos mayores, hicieron un itinerario, y le enseñamos los problemas que teníamos, pidiéndole que instara a los propietarios de las cinco parcelas a que limpiaran o vallaran, pero nos han dejado solos. Con la altura de los pinchos un niño puede hacerse daño perfectamente en un ojo”, lamenta la representante vecinal, que no entiende como la Administración local permite que este enclave siga empeorando cada día. Conscientes de que están ante un foco de inseguridad, reclaman urgentemente más presencia policial y que repongan los puntos de luz.
“No estamos pidiendo la luna"
“No estamos pidiendo la luna, simplemente que se iluminen las calles y que de vez en cuando una pareja de policías haga rondas por la zona en distintas horas”. Antonio Gómez, un vecino de Las Flores, cree que ni él ni el resto de familias que viven junto a este enclave están reclamando “nada del otro mundo”, y alerta también de que la zona se está convirtiendo “en un criadero de ratas”. “Es que ya ni podemos pasar por las aceras, las personas mayores tenemos que bajar a la carretera, lo que estamos pidiendo no es tan caro”, señala indignado.
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