Atando Cabos

Contra la violencia sexual

Donde la guerra se ha convertido en crónica y el terror en cotidiano, denunciar la violencia sexual resulta subversivo

Publicado: 10/10/2018 ·
09:14
· Actualizado: 10/10/2018 · 09:14
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Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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La prostitución es antigua, la violencia sexual siempre está de última. Guerra y terrorismo la llevan consigo donde quiera que se produzcan. Reconocerlo y recordarlo internacionalmente es no olvidar a las víctimas. El premio nobel de la paz suele darnos una de cal y otra de arena, nadie puede olvidar que se lo dieron a Kissinger. Pero este año ha sido de los que está atinado y se lo han dado a dos personas que luchan contra la violencia sexual en dos países donde resulta una plaga: Congo e Irak. Nadia Murad, hecha esclava sexual por el grupo terrorista Daesh, dedica  su vida al activismo y se levanta por todas las caídas. El doctor Denis Mukwege, ginecólogo, tiene un hospital donde reconstruye físicamente a las víctimas de violación. Vive en él porque además da voz a lo que se tapa con silencio. Y es que hay una pena añadida a padecer esta violencia, la condena no la sufren los agresores, sino las víctimas. Las supervivientes viven marcadas, marginadas para siempre hasta por su propia familia.Por eso en unos lugares donde la guerra se ha convertido en crónica y el terror en cotidiano, denunciar la violencia sexual resulta subversivo. Nadia Murad vive como refugiada en Alemania, Denis Mukwege confinado en su hospital. Cuán revolucionaria y perturbadora trascendencia tiene esta lucha para la tradición y la cultura que desean quitarlos de en medio. La TRADICIÓN y LA CULTURA, dos grandes losas para hacer cargar con ellas a las mujeres de todo el mundo que ven depositadas en su género LA HONRA, tan rancia, tan anticuada y tan resistente a sucumbir.

Nosotros vivimos lejos de sus conflictos armados, pero también aquí la violación va unida a la vergüenza. Con las agresiones sexuales ocurre como con las enfermedades mentales, quienes las padecen parecen siempre corresponsables de su desgracia. Gran parte de la sociedad sigue mirando mal a las víctimas. Al menos existen psiquiatras y psicólogos para defender la dignidad de sus pacientes. Muchos jueces alargan el sufrimiento poniendo a las mujeres bajo sospecha y haciéndoles revivir de forma pormenorizada los hechos delante de sus agresores.

Justo un par de días después de conocer la noticia del nobel, vi una vagina pintada en un muro de nuestra ciudad. Frente a las tradicionales y culturales pintadas de penes, la aislada vagina me pareció que gritaba en el silencio.

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