El jardín de Bomarzo

El poder de la verdad

Nuestra sociedad compra antes la mentira que la verdad. Mentir y dar por cierta la mentira tiene un aroma morboso, mientras que la verdad resulta aburrida

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"Quien quiere mentir, engaña, y el que quiere engañar, miente". Mateo Alemán.

Nuestra sociedad compra antes la mentira que la verdad. Mentir y dar por cierta la mentira tiene un aroma morboso, mientras que la verdad resulta aburrida y parece que poco importa que el que la tiene la grite, nadie le escucha. Existe la doble moral en política, donde se traspasa la línea del engaño para la obtención de rédito electoral. Líderes con imagen, pensamiento e ideas camufladas. Promesas a sabiendas de que son imposibles de cumplir. Discursos de gobernantes y críticas de la oposición basadas en manipulaciones o, incluso y directamente, en mentiras. Denunciar y dar publicidad a la denuncia es gratis, poco importa si la verdad es otra. Ahora que cirios y estaciones penitenciales se adueñan de las calles, para unos escenas que representan la gran verdad y para otros solo muestras de una enorme mentira, escarbemos sutiles en la idea.

Imagen. Cuando votamos corremos el riesgo de recibir lo mismo que con ese producto machaconamente anunciado en grandes campañas de publicidad que no necesitamos pero que, igualmente, adquirimos. Nuestros políticos empezaron a darse cuenta allá por la segunda legislatura. Marketing, publicidad, imagen... Chaqueta de pana de Felipe González, bien guardada en el armario de la Moncloa para sacarla después sólo en mítines. Patillas con canas artificiales, que le otorgaban seriedad y crédito. Bien estudiada una imagen de progre con estilo. Camisa celeste y chaqueta azul para Aznar, colores que siempre dan bien en cámara; bigote reducido para endulzar la expresión y pocas joyas en la estética femenina del PP. Arregladas pero con toque informal. El PSOE dedicado a captar votantes de centro izquierda y el PP de centro derecha.

La primera década de nuestro siglo fueron años de la irrupción de mensajes políticamente correctos con el uso abusivo de eufemismos como mecanismo para cambiar la percepción de la realidad: el terrorismo pasó a ser lucha armada, el despido a un reajuste laboral, el aborto a una interrupción voluntaria del embarazo, la separación de la Infanta Elena fue un cese temporal de la convivencia matrimonial, el minusválido pasó a ser discapacitado para más tarde persona con movilidad reducida, el anciano dio paso a integrante de la tercera edad;  los mal llamados maricas se anglonizaron en gays y ahora en personas de diversidad sexual. También el lenguaje de género fundamental para demostrar que un político es, sin duda, un ser igualitario: miembro y miembra, todos y todas, votantes y votantas, médicos y médicas. El uso de la palabra para hacer creer que algo ha cambiado y que somos lo que cada colectivo espera que seamos. Y, claro, la cruda realidad del verdadero pensamiento del político de turno, desvelada ante incontrolados micrófonos abiertos: "Mañana tengo el coñazo del desfile de las fuerzas armadas; en fin, un plan apasionante", -Mariano Rajoy-.  “Aunque las encuestas electorales van bien, a los socialistas nos conviene que haya tensión", -Zapatero-. “Se te nota todavía inseguro. Has cometido un par de errores, has dicho que aumenta la progresividad en lo del sistema fiscal y lo que aumenta es la regresividad, pero son chorradas. Lo que tú necesitas saber para esto son dos tardes...", -Jordi Sevilla a Zapatero-. "La reforma laboral me va a costar una huelga general", -Rajoy-. “En el Congreso hay mucha santa y algún malo y los del partido propio, que son unos hijos de puta", -José Bono-. Debe ser agotador mostrarse en público como lo que uno no es, por eso, entre otras cosas, no todo el mundo sirve para político. Pedro Pacheco fue siempre políticamente incorrecto, “La justicia es un cachondeo”, y la justicia le esperó en la puerta de los tribunales, dura, inflexible y despiadada. Como el que espera hasta ver pasar el cadáver de su peor enemigo.

Promesas. Cuando conseguir ganar unas elecciones depende de la oferta que se haga en el programa electoral, el book de las promesas, y cuando no existe ningún mecanismo que castigue por mentir se da cancha al todo vale. La lista de promesas incumplidas es larga en todos los partidos, sin excepción, como lo es la justificación posterior de no poder cumplir lo prometido al encontrase una situación inesperada y, ante ello, sería fácil argumentar que más vale no prometer lo que no se conoce.

En 2008 el PSOE prometió que en la legislatura se crearían dos millones de empleos, sin embargo se destruyeron más de dos millones. Prometieron la construcción de 450.000 nuevas viviendas protegidas y construyeron 194.802. Iban a subir la ayuda oficial al desarrollo y lo que hicieron en 2010 fue reducirla. “Vamos a mejorar las pensiones mínimas, llegando hasta los 850 euros mensuales para las personas con cónyuge a cargo y hasta los 700 sin cónyuge”, pero Zapatero congeló las pensiones. “Bajaremos los impuestos, sobre todo de las personas con rentas más bajas”, las subidas de impuestos aprobadas durante la legislatura, eliminando promesas estrella como el cheque de 400 euros o subiendo el IVA, castigaron a los mileuristas y pensionistas... Por su parte, el PP decía estar "comprometido con el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones" y, una vez ganadas las elecciones, desligaron las pensiones del IPC y esto supuso una caída del poder adquisitivo de los pensionistas. La subida para 2014 fue la mínima posible, un 0,25 por ciento, y en esa línea han seguido. Más: “Subir los impuestos hoy significa más paro y recesión”, “La subida del IVA de Zapatero es el sablazo de mal gobernante”, “si gobierno, bajaremos los gastos para no tener que subir los impuestos”, palabras de Rajoy en campaña electoral, que nada más llegar al gobierno no sólo olvidó sino que aprobó una subida del IRPF llamándola "recargo temporal de solidaridad” y, además, subió el IVA del 18 al 21 por ciento. Cuando Rajoy aún no era presidente prometía "una mejorada educación obligatoria y gratuita y no meter ahí la tijera”. Su Gobierno aprobó el mayor recorte de la historia, en tan sólo un año 570 millones de euros. Un mes antes de las elecciones, el PP negó que si gobernaban tuvieran la intención de abaratar el despido; una vez en el gobierno, aprobaron la reforma laboral, rebajando a 20 días por año trabajado y de 45 a 33 días la indemnización. Los nuevos que aspiran a habitar algún día la Moncloa, Podemos y Ciudadanos, aún no han podido incumplir promesas electorales sencillamente porque no gobiernan, pero de la evolución de sus discursos pre electorales a los actuales ya se observa cómo avanzan en la idea.

Con la judicialización de la vida política y pública ha entrado en juego otra modalidad de doble moral, la, llamémosle, legal. Mandamos al paredón de fusilamiento con suma facilidad a personas que, en no pocos casos, no han cometido ningún delito, pero las imputaciones ya le convierten en cuasidelincuentes. Si resultan condenados, parece poca la pena y repetimos “la Ley es la Ley”. Partidos en la oposición o colectivos sociales que amenazan al que gobierna con continuas querellas o denuncias a Fiscalía so pretexto de que han descubierto la comisión de un delito. Denuncias que son gratis y permiten divulgarlas haciendo creer con su difusión que el gobernante ya ha delinquido, para luego, cuando se archiva, nadie recuerde que la denuncia copó medios y redes sociales. Mentiras que no necesitan de la verdad porque consiguen el mezquino objetivo de quien las divulga, que es hacer daño, dividir, ensuciar, muchas veces con la complicidad de los propios medios de comunicación que sucumben a la premisa de que la verdad no estropee un buen titular.

La mentira. La doble moral política y social actual gracias a la inmediatez y anonimato de las redes se está viendo agravada con el uso indiscriminado de la mentira. Se miente sobre la gestión pública, sin datos, sin pruebas. Se miente sobre los políticos, se les injuria con alegría, sin posibilidad de defensa porque la injuria vuela. Es preocupante las formas políticas y sociales que se están usando, donde vale todo en la búsqueda del objetivo final de desfigurar la realidad. Buenas gestiones que con tretas consiguen crear estados de opinión de permanente crítica y a la inversa, pésimas gestiones públicas que el ciudadano percibe como magníficas. Nos convertimos en rehenes de lo que estamos permitiendo y caminamos hacia un inquietante destino.

La mentira tienes muchas caras. Está ahí, a diario, ante lo cual toma valor el llamado fact checking americano consistente en verificar hechos y datos, comprobarlos, de todo aquello que afecta a nuestras vidas antes de emitir una sentencia, de cerrar una opinión, de señalar culposamente y gratuitamente a nadie. Al menos de aquellas cosas sencillas de ser verificadas. Si mentir a un elector, a un socio, a un amigo o amiga es rastrero y ruin y debería tener consecuencias, tanto o más cuando alguien hace uso de la mentira a conciencia de que lo es y encuentra cómplices en quienes la validan y divulgan como fórmula social aceptable. Pero la verdad libera a quien la tiene y al final florece, como lo hacen las flores en un jardín en primavera y aunque pasado el tiempo a pocos interese, la única verdad es que solo la verdad importa. Quien participa de la mentira termina siendo prisionero de ella, pero la verdad te hace libre.

Bomarzo

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