Ahora sólo tiene semanas de vida, pero cuando José Rodríguez sea mayor y su madre y él coincidan con el agente de la Policía Nacional Sergio Andrés Caballero, de 36 años, podrá decirle que él le salvó la vida. El pasado lunes, este funcionario junto con su compañero Pedro Jiménez realizaron una labor que les costará trabajo olvidar y que “entre tanto disgusto” ha acabado con final feliz pese a los momentos de tensión que tuvieron que vivir. Los dos policías estaban de servicio cuando vieron un coche salir disparado del entorno de Santiago. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que iban dos hombres jóvenes y en pijama con un bebé de apenas dos meses inconsciente.No respiraba. Instantes antes, su abuela había alarmado a los vecinos a gritos al verlo en ese estado, y a partir de ahí comenzó una contrarreloj para salvar su vida y ganar el máximo de tiempo posible.
Para facilitarles el camino, los agentes escoltaron el turismo con sirenas pero con lo que no contaban era que el lógico estado de nervios de los conductores iba a jugar en su contra, entrando por la puerta equivocada del Hospital San Juan Grande en vez de la de Urgencias, donde el personal médico está a las puertas. En ese momento, Sergio pensó que era ahora o nunca y que no podían esperar más, por lo que le arrebató el niño a uno de los dos vecinos y, tras comprobar que no respiraba, decidió poner en práctica el curso de primeros auxilios que hizo hace dos años en El Puerto “No lo pensé, actué directamente porque el niño llevaba así varios minutos, no podíamos esperar más, no reaccionaba era como si estuviera muerto”. En ese instante, incorporado, lo colocó en posición de cúbito prono (boca bajo) y le empezó a darle palmadas en la espalda). Afortunadamente, el bebé empezó a dar signos vitales, que cada vez fueron a más para alivio de todos, momento en el que los médicos y enfermeros fueron llegando. “Fueron 15 segundos. Dejé caer el peso del niño en mi mano derecha,lo puse en línea recta, y empecé a darles porracitos en la espalda. Entonces, empezó a echar un poco de balsa e hizo un llanto de nada después de conseguir meter aire en los pulmones hasta que poco a poco su llanto fue a más. En ese momento todos nos emocionados, los dos hombres que lo traian, las enfermeras, la médica..”, relata. Casi a la par llegó la madre del niño, desesperada. Afortunadamente no fue testigo de esa agonía. Precisamente, cuando ya todo estaba más calmado y el pequeño ya estaba estabilizado y se le dio traslado al Hospital Materno Infantil del SAS para tenerlo en observación, fue cuando al agente le entraron los nervios.
“En el momento no pensé nada , sino que les quité al niño de las manos. Cómo me iba a imaginar yo que ese curso lo iba a tener que poner en práctica en esas condicione. Fue eso lo que salvó al niño”, relata Sergio, dejando entrever la importancia de la formación entre los compañeros de las fuerzas de seguridad.
“ME TOMÉ EL CURSO MUY EN SERIO”
“Me tomé el curso muy en serio porque lo veía muy práctico para el día que tuviera un hijo, porque por lo visto me dijeron los médicos que es fácil que estas situaciones se produzcan porque los bebés pueden atragantarse con la balsa, pero nunca pensé que me pasaría esto”. Tiene previsto llamar a la madre del niño “más adelante” pero esa madrugada él mismo contactó con el hospital para cerciorarse de que el bebé estaba bien y la pérdida de oxígeno no le había supuesto daño cerebral.
En la Comisaría, sus superiores también le han felicitado e incluso tienen previsto hacerle un reconocimiento por su labor, pero este agente, que ya salvó a tres niños en un incendio cerca de Guadalcacín, es humilde, y cree que todos pusieron de su parte en ese servicio. “Influyó la suerte, la rapidez de los dos vecinos que lo trajeron pronto. Esta vez me ha tocado a mí, pero cualquier compñero lo hubiera hecho”.
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