Junto con el viernes 20 de julio, el viernes de Dolores marcará otra página “negra” de la historia en el Ayuntamiento jerezano cuando la alcaldesa confirmaba lo que había sido hasta ese momento un secreto a voces.
El Gobierno local aplicaría un ERE para 300 trabajadores municipales y para otros 90 del grupo de empresas. En ese mismo Pleno García-Pelayo explicaba también que el 092 tendría un reglamento de productividad propio y a las pocas horas el SIP daba marcha atrás y suspendía la huelga de brazos caídos que había convocado para la Semana Santa.
Era el principio de su nueva estrategia, dado que tras haber liderado las protestas por los impagos de las nóminas llegándose a vestir de mendigos, echándose a la calle con un rebaño de ovejas, parodiando la gestión de los tres últimos alcaldes en la ciudad o incluso procesionando su particular vía crucis por la localidad, los agentes guardaban en el cajón sus disfraces y cambiaban la confrontación por la prudencia.
En consecuencia, se desmarcaban de las movilizaciones contra el ERE, alegando su condición de funcionario, y a partir de ahí vinieron las reuniones para la RPT y el convenio colectivo. Aunque inicialmente presagiaron que iban a salir mal parados, finalmente todo parece indicar que la baremación de sus puestos no les pondrá en una posición tan comprometida como se esperaban. Todo lo contrario.
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