Eso de que el miércoles sea el día de las mujeres no está escrito en ninguna parte, pero pertenece a los usos y costumbres del Real, que son esas cosas que no admiten discusión y son fuente del ‘derecho feriante’. Tampoco está escrito en ninguna ordenanza que si le invitan a media botella, la próxima la debe pagar usted, y lo hace. En otras cosas no, por mucho que la ignorancia lleve a pensar lo contrario, pero en esto de dedicar un día a la mujer sí que Jerez fue pionera.
Este uso y costumbre arrancó en aquellos primeros años de Feria de semana completa y fundamentalmente de la necesidad de darle un cierto contenido a cada jornada, de modo que el jerezano (en este caso la jerezana) no se limitara a pasar por el González Hontoria el fin de semana. Tanto es así que las primeras ‘convocatorias’ coincidieron con el jueves, adelantándose al miércoles una vez se garantizó la afluencia al Real en la antevíspera del otrora gran sábado de Feria.
Sea como fuere, no hay asociación de mujeres de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha que no organice una excursión a Jerez coincidiendo con el miércoles de Feria. “Ven muchacha y móntate, en mi autobús, que vamos a dar un paseo bajo el cielo azul. Ven muchacha y súbete, que volarás, entre nubes de perfumes de agua, de agua de azahar”. El ‘autobús de la primavera’ de Cantores de Híspalis tiene parada segura en el González Hontoria desde antes incluso de que las cuestiones de género fueran asunto de Estado.
La de Jerez se ha consolidado como una Feria de tarde, pero el miércoles hace una excepción y despierta más temprano gracias precisamente a esas excursiones, que llenan de colorido los paseos principales antes ‘del parte de las tres’. El programa de este ‘todo incluido’ del día de las mujeres suele contemplar almuerzo en caseta con actuación a los postres, lo que obviamente requiere de reserva previa, que es algo que no gusta a muchos jerezanos, que por regla general quieren llegar y pegar, esto es, entrar en una caseta, sentarse en una mesa, y que les atiendan a la de ya. La Feria apenas ofrece ya margen a la improvisación.
Los enganches de alquiler deben hacer la mitad de la caja de la semana este miércoles de ‘todo incluido’ gracias a las mujeres que, antes de volver a la carretera en su ‘autobús de la primavera’ se dejan los penúltimos billetes de la excursión en pasear por el Real como antes solía hacerlo la nobleza local. Ahora apenas bastan 30 ó 40 euros para ‘ascender’ socialmente, aunque sea por media hora.
La Feria de Jerez puede pasar por ser la más ruidosa del sistema solar, porque si en Saturno llegaran a superarnos, el oído humano ya estaría casi en disposición de percibirlo de manera natural. Apenas son las cinco de la tarde y por algunas calles del Real es prácticamente imposible transitar sin verse sacudido por fenomenales estruendos. En el González Hontoria se habla por señas o por ‘wasap’. Apenas cabe otra opción.
En cuanto acabe la semana habrá caseteros diciendo que todo esto es inaceptable, que hay que reconducirlo y que ‘si quieres arroz…, Catalina’. Pero mientras se pueda seguir haciendo caja a costa de lo que sea, se hará. Aunque presuma uno de tradicionalismo y deje que suene la banda sonora de ‘Grease’ a las seis de la tarde para que el ‘tablao’ se llene de puretas haciendo de Travolta y Olivia Newton-John.
No hay que esperar a que anochezca y los gatos sean pardos para que se nos caiga la careta del tradicionalismo, que a fin de cuentas es un concepto difuso. Y es que si hay cosas que han sido consuetudinariamente aceptadas en la Feria desde hace décadas, una de ellas es esa mezcolanza entre lo propio y lo ajeno, que además es justo lo que permite que sobre el albero del González Hontoria convivan en igualdad de condiciones el de aquí con el de allí. Eso sí, ya sean tradicionalistas o no, recuerden que el tímpano del jerezano es tan sensible como el del foráneo.
Los ‘autobuses de la primavera’ se marchan cargados de mujeres con la firme promesa de volver a disfrutar de la Feria de Jerez el año que viene. En la cuenta del ‘todo incluido’ se les han cargado también cefaleas, dolores lumbares y otras cosas más que irán revelando próximas analíticas.
Mi vecina vuelve a casa en nuestro autobús de siempre, con las mangas del traje que llevaba quince años sin salir del armario igual de arrugadas que cuando salió, pero no se ha dado cuenta nadie. Ni siquiera el marido, que se escapó antes para ver el fútbol.
El Real ha alcanzado ya pleno apogeo. Ahora es cuando se ‘empina la carretera’ para los que se quedan, sin un ‘todo incluido’ que les proteja y con una acumulación de excesos que más tarde o temprano pasará factura. Mi amiga, por si acaso, recibió el resultado de una analítica antes de que se encendiera el alumbrado y ha jurado no verlo hasta que no se apague. Siga la fiesta.
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