Esta primera etapa estudiada corresponde a la fase nazarí-meriní, en cuyo marco se encuentra la mayor parte de la población enterrada, entre el siglo XIII y mitad del XIV.
A continuación se estudiará la fase almohade en la que posiblemente se encuentren menos restos, al soportar la ciudad de entonces una menor presión demográfica.
Equipo
En estos momentos 30 operarios, 10 arqueólogos y dos antropólogos se encuentran inmersos en un estudio dirigido por la empresa Aula 3.
Los dos antropólogos estudian de forma preliminar los restos, antes de levantar a cada individuo de su tumba, centrándose en determinar cuestiones como el sexo, edad o ciertas patologías. Un examen relevante a nivel histórico ya que podría ofrecer características de la población autóctona tales como su longevidad o modo de vida.
Tras ello se realiza un informe y los restos se depositan en el museo para estudios posteriores, tal y como marca la normativa andaluza.
Paralelamente, si aparecería un edificio singular, “se estudiaría la viabilidad de conservarlo o no”. Sin embargo, Jiménez explica que los enterramientos islámicos suelen tener muy poca estructura ya que “el 90% son una fosa simple enterrada en la arena”, si bien existen algunos más elaborados con estelas o ladrillos.
Con todo, el arqueólogo sostiene que, “en principio, no hay estructura monumental oculta y no es previsible que aparezca nada”.
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