—Veinte años luchando contra la droga en Algeciras da para mucho, ¿no?
—Da para momentos de mucho dolor, de mucha tristeza. Veníamos de una época en la que prácticamente había habido en la comarca y en muchos sitios de este país un genocidio no reconocido nunca, con miles y miles de chavales que murieron, que tuvo una especial virulencia en el Campo de Gibraltar, como en Barbate o Galicia. Y veníamos de una época muy oscura de nuestra historia, y en estos veinte años conocimos a gente como Luis Marquijano, Luis Aguinaga y mucha gente más que pusieron en marcha el centro ACAT, que es lo que es hoy El Manantial, que es lo que posibilitó aquello. Luego, en el año 1988-89 fueron las madres de los pañuelos verdes de La Línea, con Micaela Pérez, con Tomás Muñoz, con Isabel… y también la gente de la Estación de San Roque y Taraguilla, con Clemen o Pepe Chamizo. Yo recuerdo cómo me captaron a mi. Yo estaba en el mundo sindical y vino a verme una persona muy comprometida, que era Paco Rubiales y Pepe Chamizo. Habían visto un artículo que yo había sacado en la prensa, en el que hablaba de la droga en La Piñera, sobre un caballo blanco que recorría nuestras calles. A partir de ahí, cuando vinieron, me di cuenta de que había que luchar por eso también, y vi que en esos momentos sociales había que comprometerse, y creamos la coordinadora Barrio Vivo. El nombre no es casual porque es que había calles en las que habían muerto cuatro o cinco chavales, familias que habían enterrado a dos o tres chavales y era una situación de muchísima dureza, en la que parecía que los culpables eran las víctimas, y se ha demostrado que los que eran culpables son de cuello blanco, los narcotraficantes, que han visto que esta sociedad no se arrodilla ante ellos y que no es cómplice. Habrá gente que vive del narcotráfico pero la inmensa mayoría de la sociedad no vive de eso, aunque tiene la tentación muy cerca. A partir de ahí se crea el movimiento asociativo, se va consolidando, hoy somos trece asociaciones en Alternativas. Fue en esas fechas cuando desmantelaron la Brigada de Estupefacientes de la Comisaría de Algeciras, hubo una manifestación y nos pusimos en la puerta de Comisaría y dijimos que olía mal, que había muchas manzanas podridas que ocultaban la labor de muchos policías honrados. La Justicia hizo honor a su nombre.
—Pero, las cosas han cambiado...
—Yo creo que sí. Han pasado muchas cosas. Los primeros en entender que el VIH-SIDA era negativo para ellos eran los toxicómanos. Y lo entendieron porque les afectó directamente a ellos. Ha mejorado gracias a la Comisaría nueva, se han creado dos comunidades terapéuticas nuevas, se han creado los centros de tratamiento ambulatorio, la sección de la Audiencia (con el juez Gutiérrez Luna, que fue una persona imprescindible en esta lucha), el fiscal antidroga… Nos faltan muchas cosas por conseguir, pero yo creo que es bueno por cuestión de salud mental y relajación saber lo que se ha conseguido, como el escáner del puerto, el grupo Greco, el que se hayan consolidado Vigilancia Aduanera, la unidad de riesgo y control en el puerto… Todas esas cosas que vamos avanzando, y se ha avanzado mucho en concienciación de la sociedad. Ha cambiado también el perfil del toxicómano, que ha pasado de ser muy marginal a alguien con estatus de vida totalmente normalizada y con problemas de salud mental. Y eso está detrás de muchas cuestiones de violencia que vemos todos los días, sobre todo en el mundo educativo. Estamos ganando una batalla con el tema del hachís, porque hemos puesto en el centro del debate una cosa que era tabú hace veinte años, y que se decía que era una droga blanda, y ahora se está demostrando a nivel internacional que el hachís está provocando entre un 4 y un 5% de salud mental. Unimos a ello el trabajo que están haciendo las asociaciones de alcohol. La verdad es que cuando aprendimos las respuestas nos cambiaron las preguntas.
—¿Tenéis la conciencia de haber salvado muchas vidas?
—Sí, porque yo los veo por la calle y los guiños son tremendos, y gente que viene especialmente en Navidad a felicitarnos.
—¿Tenéis una idea de a cuántos habéis sacado de la droga en este tiempo?
—Cientos. Que, además, hay una cosa que no se puede nunca contabilizar, que es cuántas personas que hemos hecho prevención con ellos no han entrado en ese mundo de la droga gracias a la información que han tenido. Pero son decenas de miles de chavales durante estos veinte años, y pacientes más de 2.500. La media es de 160 y 170 persona cada año. Y cuántas personas hemos mandado a comunidades terapéuticas, cuántos han rehecho su vida. Y también, cuánta gente ha muerto. Porque sigue muriendo gente. Este año han muerto cinco. Sabemos también de una partida de heroína que, además nos llamaron para agradecérnoslo, porque sabían que había problemas pero no sabían hasta qué dimensión. Porque nosotros tenemos una fuente de información que es la más directa. Cuando nosotros hablamos de los consumos nos adelantamos a las estadísticas, porque las estadísticas necesitan de un rigor, y nosotros avisamos, y veníamos avisando del repunte de la heroína ya desde hace diez años.
—Pero la imagen que da la comarca sigue siendo la misma...
—Es que es normal. Es que estamos a veinte kilómetros del productor mundial del cannabis. Esto siempre ha sido un punto caliente, pero es que estamos a catorce kilómetros de esa realidad. Es que somos la puerta del continente y tenemos la despensa del cannabis ahí al lado. Antes éramos conocidos por el contrabando en la sierra y no había problemas de drogas. Es decir. Esto es una zona fronteriza. Demasiado que no está contaminando a más gente. Pero para eso están las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Aquí, si te dedicas a eso es fácil ganarlo, pero también es complicado porque te puede condicionar el resto de tu vida. En otros países, el narcotráfico tiene tanto poder que se han creado poderes paralelos. Cómo es capaz de corromper. Ahí está Marbella, o ¿es que el dinero que tenían era de vender estampitas?. No sé qué hubiera podido pasar en esta comarca, a qué grado hubiera llegado de poder si todas estas cosas que estamos haciendo no se hubieran hecho.
—¿Qué opina de quienes defienden la legalización?
—Les diría lo que ha dicho algún ministro, que hagan los experimentos en su casa con gaseosa. Yo creo que es un debate superado. Eso son reflexiones que se hacen ante la impotencia que tienen algunos para abordar estos temas. Ese debate no se va a dar nunca. El que lo dice, cuando tuvo poder no lo hizo, por lo tanto que no de consejos taurinos, porque es mentira. Primero, porque la Unión Europea no lo va a permitir. Segundo, si tú legalizas algo que está reconocido que hace daño, ¿cuántos medicamentos hay que se retiran del mercado porque tienen un uno por mil de contraindicaciones?. ¿Qué pasa si nosotros demostramos que eso afecta?. ¿Qué vamos a legalizar, algo que hace daño a la gente?. Se hace desde la impotencia, desde la ignorancia o de querer llamar la atención con un titular. Si, algún día, que no lo van a conseguir, se legalizara, que vayan y se lo expliquen a alguna familia que tenga algún problema de consumo en su casa. Que no me lo expliquen a mí, porque yo no tengo tiempo que perder para eso. Y segundo, que aunque se legalizara, yo siempre estaría luchando por la prevención, igual que con el tabaco y el alcohol. ¿Cuántos ciudadanos tienen problemas de cáncer que están muriendo sabiendo que es a causa del tabaco?. Nosotros no vamos a ser cómplices de eso. La legalización no va a quitar el consumo ni va a hacer más responsable a la gente. Son preguntas que, en un debate cuerpo a cuerpo, no se sustenta ninguno de ellos.
—¿Cree que a la sociedad le falta educación sobre qué significa ser toxicómano?
—Yo creo que la gente nunca aprende por experiencia ajena, tal vez por el individualismo o la falta de empatía. Barrio Vivo es necesario como son necesarias las asociaciones, que nacen porque hay una falta de respuesta de los poderes públicos y de las instituciones, y nacen para prestar servicios que no se prestan por parte de las administraciones, y lo que hemos hecho es darle la vuelta y hacer que las administraciones se involucren. Para mí es clave, y más en esta comarca, que es la comarca donde el movimiento asociativo tiene más riqueza, porque estamos muy alejados de las fuentes de poder. Y los ciudadanos tenemos una barrera que nos separa del resto del mundo, que no es ni el peaje ni el ferrocarril, sino la barrera del sonido, que nuestros problemas no llegan.
—La ZNTS está logrando muchos objetivos, pero barriadas como El Saladillo o La Piñera ¿siguen siendo las barriadas de la droga?
—Eso es mentira. Porque muchos narcotraficantes hay en San García, que están en chalés, como los hay en San José Artesano. Porque ha cambiado el perfil de los que consumen y de los que trafican. Han cogido a gente de mucho renombre y no sale, y siempre sale El Saladillo. Es verdad que el narcotráfico en muchas barriadas es mucho más visible, pero narcotraficantes los hay en el centro y en barriadas marginales y de alto standing. Y hay gente que tiene mucho renombre y de familias de mucho renombre y no salen los nombres.
—¿Han tenido narcos arrepentidos?
—Conozco pocos. No queremos que nos contaminen y no somos confesionarios de nadie ni para quitarles la culpa a nadie, para eso está la Justicia y la cárcel. Lo que sí hacemos es denunciar a los narcotraficantes y gente que vengan a denunciarlos se lo damos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, aunque siempre guardaremos mucho sigilo de nuestras fuentes de información. Igual que en el terrorismo la gente ve normal la denuncia, por qué en esto no. Esto es un terrorismo también, ¿o es que no están aterrorizadas las familias?.
—Barrio Vivo está trabajando ahora en otros terrenos, ¿no?
—Creemos que la droga está detrás de muchas cosas que están pasando. Y si en el mundo laboral se ha producido sólo un accidente que tiene la culpa el alcohol y otro tipo de droga, por qué no podemos hacer una prevención en este tema. Que no es un 1%, que es mucho más. Y las empresas se están involucrando hasta en la solución. Es un avance. Pero también tenemos que dejar de tener miedo, porque muchos chavales que están consumiendo están en la más absoluta soledad, y no saben cómo enfrentarse a ese problema, y eso se consigue a base de diálogo, porque por la base de la represión nunca se va a solucionar este tema.
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