Lo volvió a hacer. Luz Casal quería que su público no tuviera que buscar entre sus recuerdos de 2018, cuando iluminó el escenario del Tío Pepe Festival por primera vez, y la noche del viernes se despedía entre palmas por bulerías tras culminar un viaje emocional de dos horas. Un concierto en el que dejó claro que a sus 64 años hay diva del rock para rato y que nadie transmite y canta sus canciones con tanta pasión ni tanta alma como ella.
Con un esmoquin a su medida, pajarita roja y mucho brillo, su presencia arrolladora cruzaba la ventana sobre las tablas del Patio de la Tonelería de González Byass en una noche mágica en la que alternó los temas de su nuevo disco, Las ventanas de mi alma, con el que ha vuelto a la carretera tras cinco años, con su larga lista de imprescindibles que la han convertido en una de las artistas referentes del pop rock español.
Pero antes de volverse Loca sobre el escenario y emular los movimientos de Rufino, también tuvo una dedicatoria muy especial para las mujeres que asistieron a su espectáculo, las que a lo largo de la historia han destacado en la ciencia, la literatura y la música y, por encima de todas y en el centro de todas las imágenes que se proyectaban a su espalda Maltilde Paz Blanco: “La madre que me parió”, explicaba tras interpretar No me importa nada, uno de sus grandes éxitos.
Y llegó Sentir. Y la artista gallega emocionó cantándole a la esperanza, a la posibilidad de cambiar el destino, derrochando voz e interpretando como solo ella sabe, demostrando que todavía después de más de 40 años de carrera sigue vigilante con todas las “responsabilidades” que implica subirse a un escenario para “ofrecer lo mejor, agradar a la gente y hacer canciones que deseen escuchar”. Porque ella no vive de las rentas, y podría hacerlo.
Tras presentar Dame tu mano y cantar el tema que da título a su nuevo proyecto discográfico después de cinco años, Las ventanas de mi alma, Luz sacó su lado más intimista y volvió a dar una lección magistral de elegancia con Besaré el suelo y Entre mis recuerdos, dos de sus imprescindibles de Como la flor prometida, uno de los discos más laureados de su carrera. Y entonces se produjo uno de los momentos más emocionantes de la noche, cuando el público de Jerez le abrazó y cantó con ella otro de sus himnos, Un nuevo día brillará, en pie. “Es que Jerez es mucho Jerez”, señalaba agradecida.
Acababa de cambiarse de vestuario para desmelenarse en el escenario con su repertorio más rockero, con un mono negro, con flecos y con el brillo presente. Pero antes, volvió a dar cuenta de su faceta más humana. Hola, qué tal es el primer single de su último disco, una canción con la que recuerda las más de 2.000 llamadas que realizó durante el confinamiento para acompañar a la gente y ayudarla a que se sintiera un poco menos sola durante los 70 días de aislamiento en casa. Para hacer un guiño a esta experiencia tan personal, la artista llamó en pleno directo a una mujer, Ana Belén, con la que conversó y a la que despidió con los aplausos del público de Jerez.
Llegó el momento de gritar, saltar y volverse loca…y de levantar al público de sus asientos como si no hubiera pasado el tiempo, trasportándonos a sus inicios más rockeros desde Plantado en mi cabeza, Un pedazo de cielo, en la que vimos a la Luz más cañera, a Rufino y Loca. Sus buenas noches no tenían sabor a despedida, y así lo interpretaron sus seguidores, exceptuando algunos impacientes que salieron para luego volver a entrar apresurados para escuchar otros de sus clásicos con los que nos regalaba un cierre para el recuerdo. A los cuatro minutos, Luz Casal reaparecía en el escenario y empezaban a sonar los acordes de Piensa en mí, para luego homenajear a su tierra interpretando en gallego Negra Sombra, el poema de Rosalía de Castro. Y en ese ambiente intimista interpretó el bolero Suave la noche. Sus buenas y calurosas noches llegaron con Te dejé marchar, una de sus baladas más aclamadas.
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