No se falta a la verdad cuando se afirma que de un tiempo a esta parte las hermandades y cofradías recurren a cualquier pretexto para poner a sus imágenes en la calle, algo que por otra parte es inherente a su condición.
Tampoco que es raro el fin de semana que no encontramos un paso en la calle con su correspondiente banda -ya sea de música o de cornetas y tambores- y su legión de costaleros.
Ninguna de esas afirmaciones son falsas. Pero están muy lejos de la realidad quienes sentencian que en Jerez estamos “todo el año de Semana Santa”. No, eso no es cierto, porque estos días son otra cosa muy diferente.
Confundir la presencia del paso en la calle -con sus costaleros y sus tambores- con la Semana Santa, es como pretender hacer creer que para vivir y sentir la Navidad basta con comerse un pavo.
Núñez de Herrera -que fue un adelantado a su tiempo- dejó escrita una de las grandes verdades de esta ópera coral que se interpreta estos días en cada rincón de Andalucía al sentenciar que cuando arranca la Semana Santa percibes que aquello que pasa ante tus ojos nunca había existido con anterioridad.
Existieron otras, pero esas ya forman parte de la historia. “La Semana Santa no ha existido hasta ahora mismo”.
Lo tienes claro desde la amanecida del Domingo de Ramos, que es un día en el que renuevan ilusión incluso aquellos que la perdieron.
El cielo viste el raso azul del antifaz de los nazarenos de la Hermandad de la Borriquita cuando apenas unos minutos después de las tres y media de la tarde se abre la puerta del salón de pasos del centro pastoral Santa Ángela de la Cruz.
Se echa a la calle el Señor de Pasión en medio de un páramo salpicado de viviendas unifamiliares.
Hace algo de aire. La cofradía pone rumbo a la zona del Parque Atlántico por la avenida de Nazaret, en el plus ultra de una ciudad que décadas atrás decidió crecer a lo ancho.
El único paso estrena nuevos trabajos de talla, que le van configurando ya su aspecto definitivo.
Ezequiel Simancas manda la amplia y poderosa cuadrilla de costaleros. Suena la Banda de Cornetas y Tambores de la Expiración de Huelva.
Restan varios kilómetros para llegar al centro y muchas horas para volver a casa. Pero en estos días, como dijo Núñez de Herrera, “no se razona, se siente nada más”.
Y en eso es en lo que se piensa cuando se viste el hábito nazareno o se presencia el paso de una cofradía. En sentir.
Con la Hermandad de Pasión ya sobre el asfalto de la ciudad que creció a lo ancho se simultanean las salidas de otras tres cofradías: El Perdón, La Borriquita y El Transporte.
Casi al unísono se abren las puertas de la ermita de Guía, la escuela de San José y la Basílica de la Merced.
Cincuenta años se cumplen de la primera salida del Cristo del Perdón desde el patio de la parroquia de Santa Ana, en una tarde de Sábado Santo en la que fue acompañado por las calles de La Plata por la Virgen de la Candelaria.
Un cuarto de siglo ha pasado desde que la imagen más personal de Paco Pinto se asentara en la ermita de Guía, justo allí donde el urbanismo del pasado decidió paradójicamente crecer a lo alto en lugar de hacerlo a lo ancho.
La primera de las efemérides justificó que en el momento de la salida del Cristo del Perdón el cortejo de nazareno pudiera girarse para ver cómo la silueta de su titular se recortaba bajo ese tremendo edificio que prácticamente tiene sepultada a su ermita.
Detrás, el paso de palio de María Santísima del Perpetuo Socorro, con guiños a la próxima coronación canónica de la Virgen de la Estrella.
Juan José Castañeda y Francisco Javier Franco son los capataces de ambos pasos, acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores de los Remedios de Castilleja y de la Banda de Música Virgen del Castillo de Lebrija, con repertorios siempre acertados.
En San José se viene viviendo un ambiente de desmedida y justificada euforia desde hace ya algún tiempo.
El almanaque va descontando días hacia esa ansiada coronación de la reina de la familia lasaliana, a veces con tanta prisa que apenas es posible paladear las emociones.
En esta cuenta atrás que llevará al próximo 14 de octubre, la salida procesional del Domingo de Ramos constituye sin duda un punto de no retorno.
La cofradía empieza a echarse a la calle a las cinco menos cuarto de la tarde. En el entorno de San Marcos resuenan las campanas de la multitud de pequeños nazarenos que se arremolina tras la cruz que marca el inicio de un nuevo tiempo.
La cruz de guía de la Hermandad de la Borriquita acelera el pulso de todo el que la contempla. Ante ella, todos son niños que parecen estrenar zapatos nuevos.
Entre el mar de palmas que amarillea el añil del cielo se presiente la llegada de Cristo Rey. Es imposible razonar. Es un momento de extraño 'déja vù' que sólo puede vivirse una vez al año.
Suenan la voz de Martín Gómez y las cornetas y tambores de la banda del Rosario de Linares, pero todo parece accesorio si se compara con esa emoción compartida que se puede casi tocar.
Detrás viene la Virgen de la Estrella, que pasea por Jerez en vísperas de su coronación. Con el gusto y la exquisitez de siempre, pero como si fuera la primera vez.
Manolo Serrano hijo como capataz y la Banda Municipal de Rota detrás, con Enrique Galán hijo como director. De generación en generación, 'per saecula saeculorum'. La Semana Santa no existió antes, pero es eterna.
La Hermandad del Transporte presentó este año una de las grandes novedades de la jornada, con la incorporación de una guardia romana ante el Señor del Consuelo.
Los cofrades de la Merced han coloreado aquellas filmaciones de Super 8 de Carlos Otero gracias a las que nos acercamos al pasado de nuestras cofradías.
En formación impecable, los 16 soldados despertaron la curiosidad y admiración de pequeños y mayores. Al frente del paso, Manuel Monje como capataz. Detrás, la Banda de Cornetas y Tambores del Rosario de Cádiz, que es una de las formaciones más aclamadas por los amantes del género.
El palio de Madre de Dios de la Misericordia se va engrandeciendo año tras año. Siempre fue referente del Domingo de Ramos, por su singularidad. Ahora va camino de serlo también de la Semana Santa, pero por su magnificencia. Le acompaña la Banda de Música de La Puebla del Río, que es otra de las grandes, mientras que Jaime Racero manda a sus costaleros.
Arcos, Gaspar Fernández, Bizcocheros... La Coronación toca a su paso el tuétano de uno de los barrios más castizos de Jerez. Viendo a la imagen de Cristo sedente es posible también reencontrarse con la historia de la propia ciudad.
La cofradía de La Albarizuela es el primer sorbo de amontillado de esta Semana Santa. Se perciben esas soleras desde su cruz de guía hasta la cola del manto de la Virgen de la Paz en su Mayor Aflicción, que son dos advocaciones en las que se entremezcla la propia historia de la cofradía.
La Banda de Cornetas y Tambores de la Vera Cruz de Los Palacios y la Banda de Música de Palomares de Trebujena acompañan a ambos pasos, que tienen como único responsable de sus cuadrillas a Isaac Núñez.
Tras la cola de ese manto se echa en falta al director de la centenaria formación trebujenera, José Manuel Valderas, que ahora mira cara a cara a esa niña de los ojos verdes a la que puso música.
Sobre las seis y veinte se pone en la calle la última cruz de guía de este Domingo de Ramos. El negro cortejo de nazarenos que precede a la Virgen de las Angustias es el encargado de recordarnos que todo aquello que empieza tiene un final. El suyo es el primero de esa sucesión de despedidas que conforma la Semana Santa.
Ante su paso volvieron a cantar los niños del Oratorio Festivo, dejando el aire cierto aroma de melancolía y nostalgia.
Ante Ella percibimos que tendrá que pasar un año para volver a sentir que todo empieza, que esas palmas amarillas por San Marcos, que ese 'déja vù' ante Cristo Rey, ya son parte de la historia.
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