Hace diez años, la sanluqueña Ana Domínguez se convirtió en la primera mujer que ocupaba el cargo de capataz de una bodega del Marco de Jerez, una profesión reservada para los hombres que ella asumió con valentía y que desarrolla para la empresa vitivinícola Williams & Humbert.
Le resta importancia a ser pionera en el sector del vino al ejercer este puesto de responsabilidad pero admite que esta visibilización sirve para que existan referentes para otras mujeres en un sector que ha sido históricamente masculino.
“Ojalá algún día el protagonista sea el vino y no el que lo haga una mujer”, anhela Domínguez, a quien no deja de “llamarle la atención” que las mujeres sean noticia por trabajar en una bodega cuando, señala, “siempre hemos estado aquí”.
Nieta del trasegador de una bodega de Sanlúcar, Ana Domínguez (Sanlúcar, 1968) cree que su vinculación con el mundo del vino era algo para lo que estaba predestinada.
Parte de su infancia transcurrió entre botas de vino, impregnándose de los olores característicos de los jereces.
Se licenció en Ciencias del Mar por la Universidad de Cádiz y tras un periodo en Asturias, donde se formó en temas de sistemas de calidad y gestión medioambiental, regresó a Cádiz para unas prácticas en la bodega jerezana Sandeman, que le abrió las puertas al mundo del vino.
Cuando se creó en el 2009 el primer ciclo de Técnico Superior de Vitivinicultura en El Puerto de Santa María, no se lo pensó y compaginó estos estudios con su trabajo en la Cooperativa Virgen de la Caridad, hasta que en el 2011 se incorporó a Williams & Humbert como arrumbadora -personal que en las bodegas efectúa la operación de sentar las botas, y las de trasegar, cabecear y clarificar los vinos-.
“Era justo lo que yo quería. Venía de trabajar en oficinas con los departamentos de calidad y mi deseo era estar en la bodega, entre botas de vino”, cuenta Domínguez, que un año después, con 43 años, tomó el relevo del entonces capataz José Luis Moreno.
“Yo ya era feliz siendo arrumbadora, así que ya como capataz, lo fui aún más. Mis compañeros me arroparon y me hicieron más fácil la transición”, recuerda.
Domínguez toma distancia con los capataces de antaño, que con su vestimenta se acercaban más a una apariencia que ella califica de “señoritos”, por eso en su día a día va con mono y botas de trabajo para cumplir con ese mantra personal de considerarse “una más dentro de la plantilla”.
Porque aunque sea la jefa de la bodega y tenga a su cargo a quince personas, tres de ellas mujeres, y a unas 60.000 botas de vino, la capataz se considera “una operaria más de la plantilla pero con funciones distintas”, remarca.
Explica que los partes de trabajo los sigue firmando como “el capataz” porque considera que “lo importante son las funciones que desempeñas y no la figura que hay detrás”, y se alegra al recordar el día en que alguien descubrió que el capataz de Williams & Humbert era una mujer.
“Para mí fue una satisfacción enorme porque deja patente que no se notó la transición que hubo del anterior capataz a mí”, valora.
Por su experiencia, admite que las mujeres han estado invisibilizadas en el mundo del vino porque “la sociedad del momento las trataba de esa manera, pero estaban presentes”.
En estos diez años, en los que ha ocupado uno de los cargos más importantes en el proceso de creación del vino de Jerez en una bodega cuyo mercado es mayoritariamente internacional, ha podido ver de primera mano el cambio que este sector ha experimentado, donde cada vez son más las mujeres que piden entrar e incorporarse a trabajar en esta industria.
Prueba de ello, argumenta, es Williams & Humbert, donde aceptan personal “en base a sus capacidades y no a su género”, y cuya plantilla cuenta con una mayoría de mujeres en cargos de responsabilidad.
Como pionera en el mundo del vino, anima a las mujeres a que sean valientes y trabajen en este sector si es lo que realmente quieren: “La actitud es fundamental ante cualquier cosa en la vida y las limitaciones te las pones tú”, defiende.
Su pasión por estos caldos lo transmite en su forma de hablar sobre ellos y no deja pasar la oportunidad de animar a las mujeres a que derriben esos muros culturales que les impiden acercarse a los vinos de Jerez, sobre todo “a los más secos”, como los finos y amontillados.
El mundo del vino también ha vivido su propia revolución, no solo con la incorporación de la mujer en el ámbito laboral, sino con el aumento de jóvenes que han dejado de considerar estos caldos como una bebida “de gente mayor”.
Se alegra al corroborar que cada vez son más los jóvenes que comprenden que una copa de Jerez “sienta bien en cualquier momento”.
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