La Indicación Geográfica Protegida (IGP) ‘Aceite de Jaén’ ha echado a andar con la constitución de su Consejo Regulador. Sus promotores han elegido como presidente, por unanimidad, al catedrático de Comercialización y Mercados de la Universidad de Jaén, Manuel Parras Rosa, que también venía liderando la Federación de Productores de Aceite de Oliva que ha promovido esta marca de calidad. Como secretario de este órgano ha sido seleccionado Miguel Soto López, un ingeniero informático de Huelma con experiencia en el sector oleícola. El vicepresidente del Consejo, que forman una docena de personas, será Pedro Melgarejo, otro aceitero de referencia en Jaén. A partir de ahora, la IGP ‘Aceite de Jaén’ debe crear los tres registros que están contemplados en el Reglamento: un registro de productores y olivareros, otro de elaboradores y un registro de envasadores y comercializadores. Las entidades y personas que quieran que sus aceites sean calificados como IGP Aceite de Jaén tendrán que inscribirse, lo que da una idea del peso que tendrá el Consejo Regulador. Además, el Consejo ha solicitado su inscripción en la Fundación Certióleo Seguridad Alimentaria, que habían creado las tres Denominaciones de Origen de la provincia (Segura, Mágina y Cazorla) para poder certificar los aceites. La IGP quiere mantener una estrecha colaboración con las tres DO protegidas de Jaén.
“Vamos a tratar, o intentar al menos, poder certificar aceites virgen extra en esta próxima campaña. Vamos a poner todo el empeño del mundo, aunque con la prudencia de ser conscientes de que tenemos que empezar muy bien”, asegura Parras Rosa. El presidente de la IGP habla de las exigencias muy estrictas para poder calificar los aceites: “Por supuesto que no todo el aceite producido va a tener cabida. Mal haríamos si un elemento que debe servir para diferenciar calidades lo tenga todo el mundo. Tendrán que tenerlo aquellos que lo merezcan”, subraya. En ese sentido, recuerda la cláusula introducida (primera que aparece en cualquier IGP de España) en el sentido de que no se va a certificar como IGP aceite que proceda de aceitunas recolectadas después del 31 de diciembres, aceites que no van a poder llevar el marchamo de calidad. En la búsqueda de la calidad que propugna la IGP será fundamental, por tanto, el adelanto de la campaña de recolección. Un adelanto que, a juicio de Manuel Parras, no hay que verlo como algo pernicioso: “El adelanto de la cosecha tendrá también un efecto muy importante. Como los rendimientos son menores se quita oferta de menos calidad del mercado y así podemos contribuir, modestamente, a incrementar los precios”.
Ahora bien, Parras anima a los olivareros a apostar por la calidad: “Lo primero que tienen que hacer los productores es hacer calidad, porque la calidad final sí se paga, incluso aunque sean graneles de calidad, y no tanto lampante. Lo que se paga es lo escaso”. Manuel Parras ve compatible la apuesta por la calidad con el objetivo de buscar precios justos para los productores: “Lo que pretendemos como un elemento diferencial es que el consumidor tenga disposición a pagar por calidad. A veces se dice que la calidad no se paga, y eso no es del todo cierto, porque si la gente a medida que conoce que es un virgen extra claro que va a pagar la calidad. Lo que pasa es que muchas veces no se sabe diferenciar, y por eso creo que tenemos un gran trabajo por delante”. Y añade: “Desde la IGP vamos a apostar porque haya una diferenciación entre aceites que recompense el esfuerzo de los productores por la calidad, esa es una de las máximas que nosotros tenemos”.
A la hora de analizar las causas de la crisis de precios en origen que padecen los olivareros desde hace varios años, Parras enumera una que, en su opinión, no se tiene en cuenta muchas veces: “ Los precios están como están porque en España hemos dejado de consumir 150.000 tm de aceite de oliva en los últimos años, y con Italia y Grecia, han sido 500.000 tm. Es un asunto de primera magnitud y no le hemos prestado atención” Manuel Parras desgrana también cuál es la verdadera filosofía de una IGP: “Lo que se pretende es que la gente cuando vea el término ‘Aceite de Jaén’ vea en él una señal de garantía y de confianza, de que se ha seguido un proceso muy fino y que ese aceite tiene un valor superior”.
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