Quien a buen árbol se arrima...

El olivar es el problema

La Indicación Geográfica Protegida “Aceites de Jaén” es una gran noticia si sirve para promover la excelencia de nuestro “oro líquido” y que alcance...

Publicado: 10/12/2019 ·
23:18
· Actualizado: 10/12/2019 · 23:18
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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La Indicación Geográfica Protegida “Aceites de Jaén” es una gran noticia si sirve para promover la excelencia de nuestro “oro líquido” y que alcance el reconocimiento que merece en todos los sentidos. Pero no debe ocultar una inequívoca realidad: el olivar alberga los mayores problemas ambientales de la provincia de Jaén. Medio millón largo de hectáreas de olivar podrían ser el auténtico “bosque humanizado” que mencionan los orgullosos eslóganes referidos a nuestra provincia. Pero la realidad dista mucho de esta imagen idílica. El olivar es el problema.

Entre una minoría de explotaciones que realmente constituyen ejemplos de buenas prácticas agrícolas, es frecuente encontrar los siguientes problemas ambientales asociados a una mala gestión del olivar: elevada pérdida de suelo fértil debido a una erosión incontrolada, alarmante pérdida de biodiversidad y abuso de productos fitosanitarios de síntesis. El primer perjudicado de todo este desaguisado es el propio agricultor, que ve reducida su rentabilidad porque pierde fertilidad, humedad del suelo y eficaces controles de plagas y enfermedades e incrementa el riesgo de aparición de residuos tóxicos en el producto cosechado y en su propia salud.

No me guía mi corazoncito amante de la naturaleza al hacer estas afirmaciones, sino mi experiencia de más de treinta años en sanidad vegetal del olivar. Hay suficiente desarrollo tecnológico y conocimiento científico para que el olivarero pueda aprovecharse de unos servicios ecosistémicos que incrementen la rentabilidad de su explotación, pero el conocimiento llega de manera deficiente al agricultor, que sigue argumentando que “toda la vida de Dios” se han hecho así las cosas (una “vida de Dios” corta, que viene de la época de la simazina a mansalva y el dimetoato siempre que se sulfataba) y sigue confiando el asesoramiento técnico sólo en quienes venden los remedios, entre los cuales hay grandes y honestos profesionales, pero también gente mal preparada que únicamente buscan una venta.

Con el cultivo al límite de la viabilidad económica, es imprescindible aprovechar todas las posibilidades que un agro-ecosistema como el olivar ofrece al propio agricultor. El extremo contrario, fincas simplificadas al máximo (olivo y suelo desnudo), ya lo conoce el olivarero actual, es frágil, totalmente dependiente de una cartera bien provista.

En mi humilde opinión, antes de promover el reconocimiento de un paisaje que esconde en su mayor parte graves problemas ambientales, las Administraciones deben preocuparse en estimular la profesionalización del sector y hacer posible una transferencia efectiva de conocimientos, porque el olivar más rentable es el auténtico bosque humanizado.

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