Quien a buen árbol se arrima...

El valor de la generosidad

Cuando estás en la puerta de un supermercado y solicitas de los clientes que entran, que tengan a bien donar alimentos para una causa solidaria, te encuentra...

Publicado: 27/11/2019 ·
12:54
· Actualizado: 27/11/2019 · 12:54
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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Cuando estás en la puerta de un supermercado y solicitas de los clientes que entran, que tengan a bien donar alimentos para una causa solidaria, te encuentras las más variadas actitudes. Es un escenario privilegiado para observar la espontaneidad de la gente ante la solicitud de ayuda altruista. Predomina la buena acogida de la petición, seguido de la indiferencia con muchos matices. Pero no faltan los que se enfrentan agriamente criticando la iniciativa, que te sueltan una filípica que nadie les ha pedido, personas muy pagadas de sí mismas y de su alta consideración ética que escupen con toxicidad a quien no le ha preguntado su opinión.

Personalmente creo que está muy feo criticar la generosidad de los demás, de quien aporta generosamente su tiempo, sus recursos, sus capacidades o todo junto. Debe criticarse la acción ineficiente, deficiente o ausente de las Administraciones que deberían cumplir con sus responsabilidades; debe señalarse con certeza y valentía las injusticias de esta sociedad de consumo que provoca atroces diferencias sociales arrancando el tiempo, lo más escaso del ser humano, a cambio de unas monedas que se destinan a saciar al insaciable dragón. Pero se yerra el tiro al ir contra la generosidad.

Ahora entramos en una época del año en que se multiplican las campañas solidarias, los “kilos” en los colegios, la recogida de juguetes, de ropas y abrigos, y seguramente veremos en las redes sociales voces que, desde su atalaya moral, salpicarán las buenas intenciones con las miasmas de gestos cargados de amargura.

La generosidad es imprescindible en el ser humano; no es patrimonio de ninguna ideología o creencia, es un logro evolutivo, corroborado por hallazgos paleo-antropológicos. El valor de la generosidad está en todo lo que activa en el ser humano, el que da y el que recibe, en todas las puertas interiores que abre, en el rosario de valores que aparecen tras ella. No puede aspirarse a ningún desarrollo integral del ser humano o al crecimiento espiritual, sin generosidad, que por definición es inegoísta. Y si viviésemos en una sociedad con un alto grado de justicia social, aún así sería necesario promover proyectos y programas que incentivaran la generosidad individual, ante el riesgo de ver atrofiados aspectos esenciales alcanzados en la humanización.

Si eres una persona generosa no escuches a esos pájaros de mal agüero, ni les discutas, sonríeles y sigue con tu encomiable labor. Las injusticias se combaten y se reclaman en otra ventanilla, a la que hay que acudir, también con generosidad y valor, y donde tampoco ellos irán.

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