Hace poco, el amigo José Carlos Fernández creaba una página de Facebook para subir recuerdos ligados al río Eliche (o Río Frío), porque en una época donde la sociedad del ocio y del bienestar no existían ni como concepto, las orillas de nuestro río acogían las risas, juegos y tertulias dominicales de cientos de familias, que compartían las sandías y los biscúter puestos a enfriar en los chilancos.
También hay un recuerdo imborrable de la piscifactoría instalada en el angosto túnel excavado en Los Cañones. Nuestro asombro infantil se veía colmado con la aventura de caminar dentro de la montaña y al mismo tiempo ver de cerca las enormes truchas.
Y a este lugar de ocio se superponía un lugar de riqueza, porque las vegas aledañas al río eran feraces en la producción de excelentes hortalizas y había toda una infraestructura de azudes, molinos y caces que llevaban el agua al pie de cada mata.
Hoy todo es historia: las piscinas particulares quitan la necesidad de bañarse en el río, la piscifactoría dejó de existir y el tránsito por el túnel es peligroso y la mayoría de las huertas están abandonadas.
Hace falta recuperar y proteger el entorno de este río y el paraje de Los Cañones. Hay motivos legales, como la existencia de una biodiversidad y de abrigos con pinturas rupestres protegidos por la legislación. Y todo un depósito de la memoria popular. Cuando se busca la identidad de un pueblo se dirige la mirada a monumentos y fiestas populares, pero los espacios de ocio y esparcimiento son depositarios de un ser genuino, porque en ellos se expresa libremente el sentir popular, sin las rigideces de las obligaciones civiles o religiosas.
No se trata de hacer una réplica del Caminito del Rey, cuyo impacto violaría la legislación. Ya hay aprobado un juicioso proyecto de recuperación de Los Cañones, a la espera de presupuesto y ejecución.
En relación a las infraestructuras de uso del agua que aún quedan, la asociación GEA ya propuso (y volverá a hacerlo en la próxima reunión con la Concejala de Medio Ambiente) la creación de itinerarios de interpretación de este patrimonio etnológico (debidamente inventariado y conservado) inserto en el espléndido bosque-galería que acordona al río. Y las vegas abandonadas pueden recuperarse en parte, incentivando una agricultura de calidad y ecológica, de consumo directo.
El nuevo Ayuntamiento tiene el permanente reto de Los Cañones y el entorno fluvial sobre la mesa. Esperemos una solución satisfactoria, de una vez por todas.
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