Quien a buen árbol se arrima...

Olivar, aceite e identidad

Atravesamos Despeñaperros, vamos dejando atrás las tierras manchegas, los encinares y pinares de Sierra Morena, y casi de manera repentina, recibimos el primer

Publicado: 15/05/2019 ·
00:06
· Actualizado: 15/05/2019 · 00:06
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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Atravesamos Despeñaperros, vamos dejando atrás las tierras manchegas, los encinares y pinares de Sierra Morena, y casi de manera repentina, recibimos el primer envite del mar que es la provincia de Jaén. Sí, Jaén, que bien pudiera definirse como un gran mar de olivos, del cual emergen las poblaciones, los cerros y las sierras como si de islas se trataran. Un paisaje cuyo relieve alomado aporta la sensación de mar agitado.

Esta descripción poética de las tierras jiennenses no deja de ser un tópico recurrente, pero fiel a la realidad de un paisaje muy singular, el olivar de Jaén, que no deja indiferente a quien lo contempla.  Este mar de olivos es relativamente moderno, y las últimas grandes ocupaciones de las tierras de cereal, legumbres y viñedos se hicieron hace unas pocas décadas.

Si ahondásemos en las raíces de nuestra identidad como territorio, tal vez no apareciese ligada al olivar en muchos de nuestros municipios, pero hoy en día el cultivo del olivo, el aceite y todo lo relativo a ambos conforman parte principal de nuestra idiosincrasia. Ha sido un cambio tan rotundo y radical a lo largo del siglo XX, que nuestra identidad ya está definitivamente vinculada al mundo del olivar y el aceite. Y hay que aceptarlo.

Somos un pueblo olvidado por los grandes, dejado de la mano de Dios, incluso buena parte de nuestros usos pasados quedaron sepultados por las plantaciones de millones de olivos. ¿Qué nos queda aparte de la rabia en unos o la indolencia en otros?

El aceite. Nos queda el aceite y el olivo, y hay que aceptarlo y disfrutarlo. Deberíamos empezar a mimar nuestra reciente identidad; deberíamos ser exigentes con el cuidado de los olivares, ¿cómo podemos permitir que algunos de nuestros peores problemas ambientales estén ligados al olivar?

Deberíamos ser expertos en el conocimiento del aceite: distinguir los aceites frutados de los aceites con defectos, la variedad picual de la arbequina o la royal, las distintas Denominaciones de Origen de nuestra tierra. Deberíamos ser cuidadosos en la elección del aceite que consumimos, igual que hacemos con el buen vino o con la buena fruta. Deberíamos ser militantes a la hora escoger la marca, y buscar que sea el producto que calidad que queremos y que sea de Jaén.

Olivar y aceite son parte indiscutible de nuestra reciente identidad como jiennenses. Ya es hora de vivirla con orgullo, y dejar que la serena parsimonia del mar de olivos aquiete nuestra alma.

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