Por el amor de dios, dejen el sexo en paz

Publicado: 12/04/2019
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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“Quillo, hablábamos de ti… sabemos que tu madre es cristiana y tu padre musulmán… pero no tenemos ni idea qué eres tú para así poder juzgarte”
Sucedió un domingo. Cúmulos ensombrecían el firmamento y escupían minúsculas, y cristalinas, amenazas de lluvia a los viandantes.  Una vecina giraba, con menos armonía que un saltamontes cojo, ante el espejo para comprobar que sus ‘leggings’ negros ocultaban la grasa de sus enormes glúteos. En su celda un reo, a punto de salir a la ducha, echaba de menos el dosificador de jabón. Y a mí, simplemente, se me paró el corazón. Sucedió ese domingo, el día de mi muerte.

Me sentí raro. Sin ganas de comer, ni de fumar. Envuelto en una absurda levedad me fui despegando de mi cuerpo cual pegatina. Era todo alma, humo, nebulosa, ejemplo de difuso. Su puta madre, pensé, ya la cagué. Comencé a ascender… lentamente y me acordé de Patrick Swayze en Ghost. Miré hacia abajo y junto a mi cuerpo no vi a Demi Moore, sino a mi enorme vecina gritando mientras se colocaba el tanga bajo sus embutidos ‘leggings’. Una luz blanca me cegó… era el momento para que toda mi vida pasase ante mis ojitos claros. Me acomodé para disfrutar del flashback… y fue muy triste. Apenas un par de imágenes y en ambas aparecía masturbándome. Vaya mierda de vida malgastada a manotazos limpios. Me dije, ojalá me dieran otra oportunidad, haría tantas cosas… aunque en verdad seguía mintiéndome. Mejor así.

Tras un ascenso que duró una eternidad llegué al cielo. Dos puertas. Frente a ellas discutían dos figuras de aspecto humano. Al verme, aparcaron la cháchara y se acercaron. “Quillo, hablábamos de ti… sabemos que tu madre es cristiana y tu padre musulmán… pero no tenemos ni idea qué eres tú para así poder juzgarte”. ¿Ateo?, les dije no sin ciertas dudas, “pues al puto infierno”, respondieron al unísono. Es broma, soy… ¿cristiano? No sé, es que ahora están mejor vistos allí abajo… soy mucho de dejarse influenciar por los medios.  La puerta de la izquierda se abrió.

Tecnología punta, oye. Hablo de la sala donde estaba dios. “Pasa”, me dijo, “aunque ahora estoy liado con la Semana Santa… mira cómo disfrutan con la muerte de mi hijo, yo lo flipo. Estoy por hacer que esos cúmulos les agüe la fiesta”.

En la sala había seis mil millones pantallas, tantas como seres humanos sobre la faz de la tierra. Todas táctiles. En la parte inferior de cada imagen dos botones. “Pecador”, “No pecador”, y el Señor de los Cielos los pulsaba según el comportamiento que observaba. “Otro pajeándose… Pecador”, “Un homosexual… pecador con llamada al Obispado de Alcalá a ver si lo curan de una vez”, “Infiel… Pecador”, “Otro masturbándose ahora que sus padres no están… y con una foto de Santiago Abascal… terrible… Pecador” “¿Un trío?, ¿Al son de Maluma? al infierno con ellos tres… o vamos a ser felices los cuatro” “Pero qué hace esa chica abriendo el cajón de la mesilla y sacando tremendo consolador… Pecadora”… Perdone, Señor, pero en esa pantalla hay un político mintiendo, y en esa otra un hombre a punto de matar a su mujer, y ahí dos millones de niños tragando arena… y en la del medio, una patera que zozobra en El Estrecho y se deshace en gritos y estertores… Mire, una bala se dirige al pecho de un campesino… ¡La leche!, ese banquero famoso se está metiendo cocaína con un turulo de intereses al veinte por ciento… y qué me dice usted de ese capullo que está comprando AK-47 para asesinar en su nombre y de aquel que acaba de orinarse sobre un manto de víctimas inocentes. ¡Anda!, ahí está el dueño de esa multinacional jiñando en un váter de oro, en su yate construido con jirones piel de cien mil lactantes desnutridos…”. Como hacía caso omiso, le toqué el hombro… se volvió hacia mí, majestuoso, omnipotente, para decirme, esa manita te la guardas ¡Pecador!, qué se bien lo que has hecho con ella… mi veredicto es al Infierno, vete al puñetero infierno pajillero del demonio.

Sucedió un domingo. Cúmulos ensombrecían el firmamento y escupían minúsculas, y cristalinas, amenazas de lluvia a los viandantes.  Una vecina giraba, con menos armonía que un saltamontes cojo, ante el espejo para comprobar que sus ‘leggings’ negros ocultaban la grasa de sus enormes glúteos. En su celda un reo, a punto de salir a la ducha, echaba de menos el dosificador de jabón. Y yo, entre otro sin vivir preguntándome para cuándo una religión a la que no se le pare nunca el corazón.

PD: Nunca es culpa de dios o los dioses, siempre es culpa del hombre o de los hombres… mira que pensar que se cura la homosexualidad, mira que dedicar esfuerzo a eso mientras otros sí que dan por culo con tanta puta maldad… a esos, a esos hay que eliminar, contra ellos hay que luchar… dejen, por el amor de dios, el sexo en paz.

PD02: Como dice el cómico Ricky Gervais, si los dioses no quieren homosexuales, para qué nos pone el punto G dentro del ano... jajajajjajajaja. 

 

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