El Gallinero

Carlos Brihuega, la represión franquista hasta el último momento

Una confusión policial llevó al padre de la estirpe carnavalesca a los calabozos, donde permaneció todo un día, a principios de la década de los setenta

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  • Carlos Brihuega (de pie, el cuarto por la izquierda), con la comparsa ‘Los forjaores’ (1971). -
  • El comparsista sufrió un desafortunado episodio violento durante la dictadura
  • Víctimas como Brihuega nunca han recibido disculpas

Que el franquismo acabó en toda España con el Carnaval en general, y con el de Cádiz en particular, es un dato bastante conocido. Que los comparsistas sufrieron, por norma general, las garras de la represión en sus distintas tipologías, se va conociendo cada vez más. No obstante, lo que hasta ahora no se suele contar es que el franquismo –ese que no se marchó con el cacareado aperturismo de los 60 y continuó pavoneándose hasta la muerte y postmuerte del dictador-, siguió asfixiando a la población española hasta el final. Y a los comparsistas también.

Sentados alrededor de una mesa del domicilio familiar, algunos representantes de los Brihuega, deciden contar su historia. Pero no la de los premios con la Peña Nuestra Andalucía. Ni tampoco la de un joven Antonio Martínez Ares que escribió por primera vez a dicho grupo en 1984. Sino  otra bien distinta. De las que no gusta recordar. Sin embargo, los Brihuega son conscientes de que, en los tiempos que corren, el episodio vivido por Carlos puede servir para dar a conocer una injusticia nunca reparada. Y a la vez hacer valer los derechos adquiridos en las últimas décadas.

Gaditano de la Palma

Entre la primavera y el verano de 1943 nació el penúltimo vástago del matrimonio formado por Antonio Brihuega y María Luisa Rodríguez. Pasó su infancia en los alrededores de la calle La Palma número 15. A escasos metros de la calle San Félix, donde vivía uno de los grandes cupleteros de Cádiz: Eduardo Delgado, el cual, con el paso del tiempo, sería su suegro.

A inicios de los años 60 comenzó a salir en agrupaciones carnavalescas junto con su buen amigo de infancia y juventud Antonio Galán Miranda. Y en las idas y venidas a los ensayos para el coro ‘Faraón y su corte’ conoció a su vecina Rosario Delgado, hija del mítico coplero, con la cual contraería matrimonio años después. Nacerán cuatro hijos: Marisa, Carlos, Eduardo y Rosario. Desde joven entró a formar parte del dique de Matagorda. Más tarde, y tras pasar los pertinentes exámenes, ingresó en la fábrica de Tabacos.

Los hechos

En los últimos años de la dictadura franquista el Carnaval seguía prohibido. A cambio se celebraban las Fiestas Típicas Gaditanas que, desde 1968, habían pasado de febrero a mayo. El joven  Carlos Brihuega llevaba años triunfando en una nueva modalidad: la comparsa. Formaba parte del grupo de Paco Alba. Desde pequeño, Brihuega, tenía problemas de visión en un ojo. Una buena mañana, viviendo el matrimonio en la calle La Rosa y teniendo ya dos de sus cuatro hijos, Carlos pidió permiso en el Dique para ir al oculista. Al regresar por la calle San José, y mientras iba leyendo la prensa, un policía de paisano lo abordó. No llevaba encima el DNI por lo que fue trasladado a la comisaría de la calle Isabel La Católica.

Fue desprovisto de gafas, cadena, reloj, setecientas pesetas que pertenecían al reparto de la comparsa, etc. Dio comienzo un interrogatorio que ante la sorpresa del comparsista pronto se volvió extremadamente violento. No sabía qué hacía allí y cuantos más golpes recibía menos entendía la situación. Querían los datos de alguien. Cada media hora era sacado de la celda y vuelta a empezar. Su cuñado, el también comparsista Galán, lo recuerda así: “Me contó tiempo después que pensaba ‘esta gente me matan a mí. Como yo no decía nombre ninguno me venían las rachas, y una vez un codazo en el estómago. Me matan. No tenía ni idea de lo que querían’”.

Saquen a mi hermano

Un policía nacional, que de niño se había criado con Carlos en La Viña, y más concretamente de la calle Lubet,  entraba de servicio por la tarde. Manuel Tello, que era su nombre, al verlo en esa situación exigió su puesta en libertad: “Este no es el hombre que buscáis”. Finalmente, tras una discusión entre los agentes, así se hizo. Sin embargo el policía fue advertido: “saldrá a la calle ¡pero bajo tu total responsabilidad!”. No obstante, el daño estaba hecho.

Una vida marcada

Ya de noche, Brihuega lograba llegar a su domicilio. Hubo un antes y un después en su vida. Más de medio año de baja en el trabajo, medicación, tratamiento psicológico y el miedo metido hasta el tuétano. No era para menos. La advertencia antes de lograr salir de los calabozos de la comisaría había sido clara:  “¡de esto ni pío, porque te estamos vigilando todo el tiempo!”.

Según lo recuerdos familiares a partir de entonces Brihuega se volvió una persona más reservada, decayendo, a veces, en depresiones. Décadas después, y así lo recuerda su viuda: “se levantaba a las cinco de la madrugada, se sentaba en el filo de la cama y comenzaba a decir que no sabía hacer cuchillas”, en clara alusión a su labor en la tabacalera.

Justicia para Carlos

¿Qué había pasado? ¿Por qué fue llevado a la comisaría? ¿Y qué motivo había para tenerlo retenido durante todo un día?

Según los recuerdos familiares aquello se debió a que buscaban un sindicalista de San Fernando que se parecía mucho al comparsista. No obstante a pesar de que él lo  negaba o daba direcciones, teléfonos y señas de personas que podían aclarar la situación, la violencia franquista continuaba su danza de sangre. ¿Qué costaba comprobar lo que aquel buen marido y padre decía? Pues no. La impunidad de la dictadura estaba bien implantada y lo que dijera aquel humilde trabajador no tenía validez. Era uno más en una interminable lista de enemigos de la patria. Y como tal así fue tratado.

Carlos Brihuega falleció en 2004. El año antes había sido nombrado Dios Momo del Carnaval gaditano. Aun así un episodio injusto como el que sufrió debe visualizarse. Solo así evitaremos el que se repita. Y de paso haremos justicia con uno de los caballeros del Carnaval.

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