No hay votos cautivos, porque los españoles no lo son. No hay voto del miedo, porque los españoles no lo tienen”. Es una notable novedad oír del Partido Popular el desmentido de los mensajes que lo han acompañado durante años muy prolongados en Andalucía: Al fin, no hay voto cautivo.
Es chocante que se diga por el presidente nacional del PP el día después de haber conseguido gobernar en el solar –Andalucía- donde estaba el centro mundial del voto cautivo. Algo positivo se ha ganado en la convención del Partido Popular que se ha celebrado en Madrid con el título de “España en Libertad”. Se ha decretado el final del esclavismo en el voto en España, de la que era puntera Andalucía, según los mismos que lo han abolido.
La convención ha sido un éxito porque venía precedida de la consecución de la presidencia del gobierno andaluz por parte del PP, con las ayudas que se conocen. Una operación que se pretende exportar a España entera tras los comicios autonómicos y municipales.
Ha triunfado la estrategia que ha ido muñendo el presidente José María Aznar desde el laboratorio de ideas de la fundación FAES, que desligó del PP en los tiempos de Rajoy, por discrepancias con su línea política no frentista.
No es por casualidad que haya pedido el regreso de los hijos pródigos al PP, empezando por élmismo, que hace unos meses insinuaba el voto para Albert Rivera y animaba a Abascal a la Reconquista. Pero hay dudas racionales. El ascenso de Ciudadanos y de Vox pone en duda toda la operación de vuelta a las esencias. La vuelta al redil será fácil. Se antoja más bien imposible.
“Menos PP ha sido más separatismo. Menos PP ha sido más populismo y menos PP han sido más Oteguis” Esos asertos son absolutamente falsos. El separatismo catalán, el populismo y los nuevos partidos han crecido durante los gobiernos del PP y el fin ETA es logro de toda la sociedad española.
Según Pablo Casado ha dado a entender, España alcanzará con él la libertad tras ocho años de radicalismo de José Luis Rodríguez Zapatero y siete de tibieza moderada, de un pragmatismo melifluo de Rajoy.
Ahora es lógico que piense que se halla al borde del abismo con Sánchez. El momento culminante no está delante sino detrás: Aznar.
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