Quien a buen árbol se arrima...

El eterno combate

El próximo día 21 hay una cita en el barranco de las Tinajas, en Otiñar, para ver el efecto de luces y sombras sobre una imagen especial grabada...

Publicado: 18/12/2018 ·
23:38
· Actualizado: 18/12/2018 · 23:38
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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El próximo día 21 hay una cita en el barranco de las Tinajas, en Otiñar, para ver el efecto de luces y sombras sobre una imagen especial grabada en la cueva del Toril hace más de cuatro mil años, y que según descubrieron científicos de las Universidades de Jaén y La Laguna, marcaba el inicio del Solsticio de invierno para estas comunidades arcaicas.

Desde siempre, el día con la noche más larga tuvo un fuerte contenido simbólico, relacionado con el eterno combate entre la luz y la oscuridad. Y la propia Naturaleza se encarga de escenificarlo en el mejor decorado: el inicio del invierno, cuando el frío es la sensación habitual, la vegetación se apaga, la vida se oculta, el hambre hace presencia si la cosecha o la caza fueron escasas, y las primeras fiebres, las debilidades producidas por la humedad permanente, aflojan el cuerpo y ensombrecen el alma. En ese escenario, la noche gana duración, el sol reduce su presencia hasta un punto mínimo en el que parece que todo va a acabar.

Hasta que después de seis jornadas de solstitium (“sol quieto”), el sol empieza a renacer, y los días vuelven a hacerse más largos paulatinamente. Hay una gran carga simbólica en este relato que todos los años se repite. Es el Sol Invictus, el triunfo de la luz sobre la oscuridad. La luz, la vida, la sabiduría vencen a la oscuridad, la muerte, la ignorancia.

El ser humano ha desarrollado el pensamiento simbólico, la extraordinaria capacidad de poder llegar a hacer comprensible la realidad inefable que percibe en su mundo interior. Y la Naturaleza es la que proporciona los símbolos más universales y efectivos.

Sé que todo esto resulta extraño para nosotros, con todos los días iguales bajo la luz de nuestras lámparas, tras los cristales de nuestras casas, entre las calles alquitranadas y los escaparates de un sinfín de tiendas.

Invito a hacer una pequeña experiencia: desplazarse hasta un lugar de naturaleza silvestre, en mitad de una zona arbolada y agreste. Esperar hasta el ocaso del sol, y permanecer en ese sitio sin ninguna luz. ¿Qué sensaciones teníamos de día? ¿Y de noche? ¿Nos recuerdan a las que experimentamos en momentos de fortaleza o derrumbe interior respectivamente? Si así nos quedáramos toda la noche, hasta el amanecer, comprenderíamos lo que significa realmente que salga el sol en nuestra vida. Y que la propia Naturaleza, los cielos, muestran la realidad: que la oscuridad no existe, sólo es ausencia de luz.

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