Tiempos extraordinarios, sin duda. Internet y las redes sociales han transformado totalmente esta vida. La prensa, antes garante de la libertad y de la verdad, va quedando poco a poco en simple referencia mientras las redes sociales generan nuevos y múltiples espacios de información y, sobre todo, de desinformación que ya nadie tiene capacidad para controlar. Jamás hubo más libertad para pensar, para creer, para opinar. Jamás fue tan fácil crear una gran mentira, envolver a toda una masa humana en la desinformación, construir falsedades enormemente creíbles, bombardear con rumores aquello que se quiere adormecer o simplemente, destruir. Unas elecciones o una campaña electoral son, además, el campo de experimentación preferido para esta suerte de guerra soterrada que agrede nuestra inteligencia y que busca atrapar decisiones a partir de mentiras y de exageraciones; algo que, por ejemplo, es capaz de envalentonar al líder del partido político históricamente más corrupto de este país, para sacarse un dossier en un debate y atacar a la aún presidenta de la Junta de Andalucía y acusarla, precisamente, de ese mismo pecado. La presidenta, que podía haber optado por sacar una biblioteca entera con los pecados del otro partido, eligió evitarle a la audiencia un “pimpampum” que antes no agradaba a nadie y que tampoco aportaba nada. Pero, ¿y ahora? Ahora se elige desinformar y exagerar desde perfiles disfrazados de credibilidad. No hay quien sea capaz de acallar esas armas ni a golpe de respuestas, ni a golpe de querellas. A veces, incluso tengo la tentación de pensar, que para ganar ya no se puede hacer otra cosa que jugar al mismo juego e intentar ser más malo, más mentiroso, más cruel que el otro. La sensación es que las mentes son tomadas, primero poco a poco y después más rápido, para después coger una velocidad de vértigo en un proceso de oscurecimiento de inteligencias que no sé cómo puede acabar, pero que no me gusta nada, que me hace temer por el futuro de la Democracia y la Libertad que tanto nos ha costado conquistar. Es necesaria una respuesta contundente, generando de nuevo el espacio imprescindible para el periodismo responsable, libre, garante de nuestro Estado de Derecho, documentando, respondiendo, no teniendo miedo a los debates y denunciando esos abusos invisibles que hoy por hoy amenazan el futuro de la Libertad.
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