Quien a buen árbol se arrima...

Somos de otoño

Somos de otoño…así comienza un poema de mi amigo Zapata. Y creo que efectivamente Antonio acertó de pleno con esta afirmación, y la recién estrenada estación...

Publicado: 25/09/2018 ·
23:49
· Actualizado: 25/09/2018 · 23:49
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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Somos de otoño…así comienza un poema de mi amigo Zapata. Y creo que efectivamente Antonio acertó de pleno con esta afirmación, y la recién estrenada estación de los cielos de todos los tonos de azul, de todas las formas de nubes, nos lo recuerda cada año. Somos de otoño porque, aunque la primavera nos seduzca con las primeras flores maravillosas, aunque luego el verano nos ilusione con la posesión de frutos y de esplendor, y lleguemos a albergar la esperanza de que lo que poseemos estará siempre, el tiempo se encarga de recordarnos lo contrario, que todo aquello a lo que nos aferramos caerá como lo hacen las hojas gastadas. Y cuanto más fuerte agarremos la cuerda que se lleva lo más querido, más lacerantes serán las heridas en nuestras manos, porque somos de otoño. Y todo cae. Somos de otoño, y en esta melancólica y bellísima estación también acontecen los fenómenos más mágicos, más misteriosos de la Naturaleza. Y al abrigo de la tierra oscura, cálida y húmeda, germinan las semillas. ¿No es asombroso? Algo diminuto, casi anodino, encierra todo el futuro de una hierba, de un matojo, o de un árbol majestuoso. Al mismo tiempo que caen las hojas, los brotes, el vigor y el poder, aparecen las semillas, como una esperanza. Tal vez sea ya el momento de dejar de perder lo que somos por conseguir lo que poseemos, y empezar a creer que realmente nuestra vocación es de semilla, duradera en los innumerables ciclos que tiene delante, y llegar a ganar lo que somos, dejando pasar lo que poseemos. Somos de otoño, y aunque no lo veamos en nuestro día a día grisáceo, nuestra verdadera naturaleza es el color. ¡Cómo cambiaría nuestra vida, la propia sociedad, si fuésemos conscientes de que portamos la belleza de mil colores! Si, sabiéndonos de rojo, de amarillo, de naranja, de mil ocres, del último verde, nos atreviéramos a soñar a lo grande, seguros de la posibilidad de alcanzar los sueños más bellos, ¿qué limitación no dejaríamos atrás? Creo que el genuino ideal de fraternidad descansa sobre esta realidad, todos somos excelentes por el único hecho de ser seres humanos, pero nunca nos lo dijo nadie, sino todo lo contrario, y esa excelencia quedó en potencia. Y necesitamos las herramientas que nos permitan reconocerla y alcanzarla. Somos de otoño, la estación del poeta. Y la poesía es necesaria para enfrentar las hojas perdidas con sus colores inimitables, para cantar la esperanza de la semilla enterrada, para reconocer la yema latente, en espera de la próxima primavera.

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