Hacía tiempo que no sentía un calambrazo de satisfacción tan grande como el que experimenté hace cuatro días. Rezumaba felicidad al comprobar la historia que millones de mujeres escribieron en este país. Estaba contento, especialmente, por mis dos hijas porque desde el 8 de marzo de 2018 viven en un mundo un poquito mejor. Tan seguro estoy de ello que ojalá tuvieran edad para haber asistido a la manifestación y para que se empaparan de la atmósfera de ilusión, libertad, emoción e igualdad que se respiró el jueves más femenino y feminista de la historia de España.
Muchos hombres acompañamos a las mujeres, pero para aplaudirles por tantos aplausos que les hemos robado. El megáfono era de ellas, los mensajes eran de ellas y los titulares eran de ellas. Fue una jornada de un desiderátum emocional apoyado en las mujeres que, de una u otra manera a lo largo de mi vida, me inocularon la dimensión de su género. Recordé a muchas a las que debo tanto y, con el permiso de los lectores, quisiera brindarles un humilde pero sentido homenaje enumerando a aquellas que, cerca físicamente o ya no, siempre estuvieron y estarán en mis pensamientos.
Empiezo con Manuela y Carla. La primera me ha hecho sentir como nunca antes. Un amor que duele cuando las ausencias se prolongan y cuando no satisfago sus reclamos, pero que me hace levitar cuando juega, canta o se ríe conmigo. Gracias por los 4 años que me ha regalado y por los que quedan. Es un caramelo diario también comenzar a interactuar con las sonrisas y los grititos de su hermanita de casi 4 meses. Ambas ofrecen tanto amor, como el que reciben de su madre Ana.
Mis dos guerreras han hecho que valore mucho más lo maravillosamente duro que tuvo que ser para mi madre Pilar criarnos a mis 3 hermanos y a mí. Me acordé también de mi hermana Ana, mi abuela Lola, mi cuñada Tere, mi tía Amparo y mis sobrinas Anita, María y Paula. Pocas mujeres dejaron sello en mi vida como Sure, Mona, Marga, Macarena, Kira y Coté. Mi primera directora Blanca; la periodista María Esperanza; las alumnas universitarias, como Mar, que me conectan con las inquietudes de las nuevas generaciones; las tertulianas, como Ángela, de las que aprendo a diario, y amigas como Carolina, Taite, Linda, Bárbara, Nicol, Beatriz y Mercedes.
Ellas y otras muchas conforman mi lista de mujeres -mi lista de gigantes, como diría Antiñolo-, sin las que mi vida no solo sería distinta sino infinitamente peor.
Posdata: Quedan 660 días para que finalice el injusto peaje de la AP4.
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