Apenas unas semanas después de que Cáritas Diocesana instalara los contenedores para reciclar ropa usada (algo llamativos, sobre todo para el conjunto histórico), la respuesta de los jienenses ha sido masiva, hasta el punto, de tener que vaciarlos a diario porque se llenan en apenas 24 horas. El hecho en sí habla del carácter solidario de una ciudad que, por fuerza, sufre y conoce muy de cerca las dificultades para vivir el día a día, por mucho que nos empeñemos en hablar de recuperación económica. La realidad es otra, y de ello se percató Cáritas, que decidió, pasados unos años, de ayudar con comida y ‘limosna’, a apostar por un modelo menos cortoplacista que ofreciera empleos, de ahí la planta de reciclaje de Linares y las tiendas que se abrirán pronto en la capital y la provincia. No obstante, en Jaén y en todo el país, no solo una generación entera ya vive peor que lo hacían nuestros padres, sino que la falta de inversión pública (que arrastra a la empresarial) y la precariedad laboral, ya asumida plenamente,está lastrando el futuro de otra generación entera y, de no producirse un cambio de rumbo, lastrará la de una tercera, por lo que o las políticas cambian, o la pobreza continuará creciendo cada vez más.
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