La gente de la Cultura de Jaén hizo historia el pasado sábado en una manifestación multitudinaria, que ya quisieran para sí los sindicatos de clase en su Primero de Mayo. Lejos de eufemismos y circunloquios, lo que pidieron cerca de 3.000 trabajadores de la Cultura no fue otra cosa que dignidad. La misma de la que goza cualquier otro sector productivo en esta provincia, que lejos de atravesar su mejor momento, no debe enfrentarse, además de a la crisis, a las trabas de las administraciones que llevan décadas legislando a espaldas de un sector clave para el desarrollo social de un pueblo. El golpe en la mesa de quienes viven de la Cultura en Jaén fue rotundo y contundente y se dejó oír de forma unívoca. Ahora, todo ese esfuerzo debe canalizarse en una plataforma, movimiento, asociación, como quieran llamarlo, que se convierta en un interlocutor solvente y no politizado para quienes gobiernan. Habrá que dejar las generalidades y bajar al mundo de lo concreto, de las necesidades diarias que demanda tan amplio colectivo y convertirse en ‘voz’ de todo el sector, como ocurre con otras profesiones. Deberán acabar con la dispersión y reclamar, unidos, la dignidad que como profesionales merecen y que tanto tiempo llevan hurtándoles los gobiernos.
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