La convocatoria corrió como la pólvora en los dos últimos días por las redes sociales. A partir de las ocho de la tarde en la Plaza de la Constitución. El comienzo resultó algo frío, pues apenas un puñado de jóvenes llegaban puntuales. Con el paso de los minutos, se fue ambientando hasta que tres cuartos de hora después decidieron celebrar una asamblea. En ella, acordaron el lema de la concentración (“Una noche en la calle para no vivir en ella”) y cómo se organizarían. Sin embargo, a la hora de votar sobre la acampada, sólo unos cuantos levantaron la mano para mostrar su disposición a dormir allí.
Algunos recogían cartones y otros buscaban lonas para cubrirse para la noche. Los medios escaseaban y las temperaturas bajaban. Al cierre de esta edición, aún no habían logrado organizarse.
Aunque las juntas electorales de muchas provincias habían prohibido estas manifestaciones, en las primeras horas de la noche reinó la tranquilidad en la plaza. Sólo un furgón del Cuerpo Nacional de Policía vigilaba desde el cruce en calle Bernabé Soriano.
El grupo no quiso unirse a ningún grupo concreto, sino que se describieron como “gente joven que ha cogido la bandera de esta reivindicación”, según reconocía su portavoz, Juan Carlos Muñiz, quien insistió en que la situación actual “exige un cambio total”.
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