Otra vez. Si no fuera algo tan serio y tan grave, parecería de cachondeo que otra vez tengamos que ir a elecciones generales. Las elecciones generales deberían haber sido en mayo de 2020, pero ya ven que no.
En absoluto es serio someter de nuevo a un país a una repetición de elecciones porque no se hayan puesto de acuerdo para formar un Gobierno. Como tampoco lo es someter a un país a todo un año de parálisis por falta de Gobierno. Se pueden hacer muchos análisis y atribuir diversas responsabilidades y motivos de por qué hemos llegado a esta circunstancia tan nueva como desconcertante y cabreante.
Pero si algo hay cierto es que la normalidad de elecciones cada cuatro años la rompió Pedro Sánchez cuando, vía moción de censura, se propuso ser presidente del Gobierno con tan solo 84 diputados y sin socios estables de legislatura.
A partir de ese momento, el Gobierno del PSOE intentó aprobar unos presupuestos pero no logró apoyos suficientes y Pedro Sánchez se vio obligado a adelantar las elecciones, en una primera demostración de la incapacidad de llegar a acuerdos por su parte así como por la de los socios que le permitieron sacar adelante la moción de censura. Esa falta de capacidad para llegar a un acuerdo nos trajo elecciones anticipadas en abril.
Unas elecciones en la que los españoles ya nos pronunciamos y sobre la que los propios partidos políticos sacaron sus conclusiones esa misma noche. Si se repiten las elecciones es porque quieren. Cualquier otro argumento no es válido. Se repiten porque quiere Pedro Sánchez, cuyo objetivo de fulminar a Podemos le impide llegar a un acuerdo de legislatura con ellos a pesar de llamarlos “socios preferentes” en algunas intervenciones públicas. Como tampoco puede, aunque quiera, pactar con Rivera porque sus bases y el proyecto que le llevó a la Secretaría General no se lo perdonarían.
Encerrado en ese callejón, más las encuestas que le chivan sus gurús le han hecho taponar cualquier opción de pacto que permitiera la legislatura. Qué paradoja. Tanto presumir de diálogo como fuente de soluciones y ahora no son capaces siquiera de sentarse a aprobar una investidura para que haya Gobierno y el país se pueda poner en marcha.
Pero no, un ego descomunal, el de Sánchez, junto a la incomprensible cerrazón de Podemos a permitir, por tercera vez, una investidura del PSOE y el “no es no” de Rivera a Pedro Sánchez nos traen de nuevo a los ciudadanos a votar de nuevo a ver si ahora lo hacemos mejor, que se ve que en abril hubo algunos que se equivocaron. Qué desfachatez.
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