El Ayuntamiento de El Puerto celebraba recientemente su primer Pleno del presente mandato corporativo. Aunque podrían sacarse muchas puntas y variadas opiniones sobre lo ocurrido en el Salón de Plenos, estamos hablando del Pleno I Después de Silvia.
También es el primer Pleno de la era Beardo o el primer Pleno con Vox en la Corporación Municipal, pero todos esos parámetros puedes parecer anécdotas al lado de ver, o mejor dicho no ver, a Silvia Gómez sentada en alguno de los asientos del Salón de Plenos tras alrededor de 25 años como concejal del Ayuntamiento de forma ininterrumpida.
No existe otro caso de concejal que haya estado tanto tiempo formando parte de la Corporación Municipal y, además, con un hándicap añadido que le da más valor a esta dilatada trayectoria: que ha pasado el mismo tiempo en el Gobierno que en la oposición, el lugar que más aburre del paso por política.
Es difícil haber estado de acuerdo con Silvia Gómez en muchas cosas y es posible que muchos portuenses no tengan un buen recuerdo o buena sensación del trabajo realizado por Gómez. Formó parte del núcleo duro del entonces todopoderoso Hernán Díaz y, en cambio, no ha estado salpicada en ninguno de los numerosos casos oscuros de aquella época.
Pilotó un difícil caminar por la oposición con ese tono vehemente característico que le hizo ser siempre protagonista hasta de cuando ni siquiera el tema le incumbía. Consiguió, por fin, ser candidata a la Alcaldía y, cuando todo hacía prever el hundimiento de su formación política, supo estar en el sitio adecuado y dar el golpe de cintura adecuado para rescatar de las cenizas Independientes y reconvertirlo, poco a poco, en la sección portuense de Ciudadanos.
Todos daban por acabada su carrera política y, de nuevo consiguió ser candidata a la Alcaldía, esta vez por Ciudadanos consiguiendo, por cierto, el mismo número de concejales que en esta ocasión ha conseguido Curro Martínez, aunque no le sirvieran para poder formar parte del Gobierno municipal, sino para incrementar su particular tira y afloja con un David de la Encina al que nunca consideró un buen político ni un buen gestor.
Su experiencia le hacía saber bien de lo que hablaba cada vez que intervenía (e intervenía siempre) y dar muchas veces en la tecla que otros no atinaban a tocar, aunque no es menos cierto que muchas veces usaba un tono que se convertía en más protagonista que su propio discurso.
No gustó a todos, pero tras 25 años ininterrumpidos, el Pleno del Ayuntamiento va a echar de menos la voz de Silvia Gómez, a quienes muchos de los que hoy ocupan cargo de concejal no serán nunca capaces de igualar.
Porque siempre supo saber estar en su sitio aunque el Gobierno no fuera el suyo, siempre tuvo El Puerto como único objetivo. Merece un descanso pero también unas líneas de reconocimiento.
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