Llegamos al final. Último día del año. El año que cambió nuestras vidas. El año que marcó un antes y un después en nuestra historia. Ese año que querremos borrar del recuerdo, pero que difícilmente olvidaremos. Y este año haré lo mismo que hice todos mis 31 de diciembre desde que tengo uso de razón: reflexionar y pensar qué me llevo de este 2020. No os voy a negar que en algunos momentos he pensado en tirar la toalla, pero he aprendido a encontrar en cada ocasión un motivo por el que seguir. He aprendido que la vida puede ser muy injusta, incluso más de lo que imaginaba, pero a pesar de ello, he aprendido a relativizar mis problemas, porque tu pérdida me ha enseñado que las ganas nunca podemos perderlas. Que debemos exprimir cada instante como si fuera el último, porque no sabremos cuándo podremos volver a disfrutarlo. He aprendido quiénes de verdad están y quiénes nunca estuvieron. También quién se ha querido sumar aportando su granito de arena. Y qué bueno saber que en este camino siempre estás acompañada. Este 2020, también he dejado atrás mi zona de confort. Y aunque desde dentro asustaba el precipicio, no sabéis lo bonitas que son ahora las alturas. Cerramos y ponemos fin a este libro. Maldito libro. Pero del que desde luego, bastante he aprendido.
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