La escritura perpetua

Los viejos

Los viejos, los queridos y entrañables viejos, se han convertido en la principal víctima de esta pandemia, ellos, que sobrevivieron a una guerra civil

Publicado: 02/04/2020 ·
14:30
· Actualizado: 02/04/2020 · 14:30
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Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Los viejos, los queridos y entrañables viejos, se han convertido en la principal víctima de esta pandemia, ellos, que sobrevivieron a una guerra civil, y alguno fue un niño huérfano, perdido, sucio y solo, que deambulaba sin rumbo por las calles de la ciudad resquebrajada, asustado y mugriento, entre escombros y cadáveres, entre hambre y miedo, con los brazos caídos y las rodillas heridas. Los viejos que levantaron este país, con pluriempleo y horas extras, con su trajecillo color gris gastadísimo, durante la feroz posguerra -algunos de ellos sostienen que fue peor que la guerra- y en los años del desarrollismo, el sobre a fin de mes, siempre escaso, la ilusión de comprar algún día el Seat 600, y la copa de Soberano los sábados con los amigos, que anunciaba por la tele aquella chica rubia a lomos de un caballo blanco.     

Los viejos y las viejas, claro, los bisabuelos y bisabuelas de ahora, con las puertas del viejo piso que con tanto esfuerzo adquirieron en su día siempre abiertas para el familiar que lo necesitara. Los viejos, sí, aferrados a su moral pétrea, a sus convicciones humanitarias, a la bondad que dan los años y las experiencias, y el sosegado recuento del pasado. Porque los viejos ya han tenido tiempo de cruzarse de brazos y de sentarse en la penumbra del olvido a ver tranquilamente la película de la propia vida. Francisco Umbral escribió que “la eternidad es un niño enfermo en la cama una tarde de domingo”. Y también, maestro Umbral, la eternidad es un viejo tumbado en la cama, enfermo, con su tos de viejo, y ese miedo frío y racional del viejo a la muerte. Los viejos son también niños, sí, porque la vida es circular, consiste en un lento retorno a la infancia, la vida es ir aprendiendo cosas para luego olvidarlas poco a poco, la mente del viejo se queda vacía como la de un bebé, en eso que llaman Alzheimer, pero mientras un bebé provoca ternura, un viejo da asco.

Pero un viejo representa el triunfo de la existencia, todo viejo es un triunfador porque ha vencido a un calendario lleno de trampas mortales. Pero ahora esos viejos resistentes se han encontrado repentinamente con un virus desconocido y asesino que los mata a miles en los hospitales o en las residencias, alguno agarrado fuertemente a un rosario. Los viejos vivos junto a los viejos muertos en un mismo salón de la residencia abandonada. Esos viejos que llenaron nuestras vidas y que nos lo dieron todo, cómo siguen llenándolo todo desde la muerte.

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