Era el síntoma que más me aterraba de esta terrible racha de resultados del Recreativo de Huelva que acabó el pasado sábado ante el Sevilla Atlético. Han sido nueve jornadas sin conocer la victoria, dejar escapar puestos y puntos muy importantes para el verdadero objetivo del club por entidad e inversión de plantilla, que es estar rozando los playoffs. Por fin acabó, y esperemos que sea el punto de inflexión a una nueva racha con valores positivos que nos vuelvan a hacer soñar, o al menos devolver la ilusión de ver al equipo competir cada fin de semana y sumar puntos de tres en tres. Porque puedo comprar el argumento de que no hay rival pequeño, pero no olvidemos: somos el Recre, con diez mil socios a sus espaldas, en 2ªB. La exigencia debe ser la de un grande de la categoría, por mucho que la economía esté floja. Y es que esta temporada no me vale el argumento del dinero, porque vendernos nos han vendido que este año no habrá problemas (lo cual suena feo para el futuro, la verdad).
No quiero cargar de culpa esta vez a los responsables directivos del club. Se están haciendo unos actos del 130 aniversario que rozan lo excelente para el Decano. Si no que más bien lo dicho anteriormente es un mensaje para los jugadores del primer equipo. Hubo algunas ruedas de prensa, cuando Alberto Monteagudo estaba en el alambre, en el que se dejó entrever que quizás algunos jugadores no habían estado todo lo implicado que debían. Y eso duele. Duele y se muestra como real.
El rendimiento del Recre en las primeras jornadas no era el mismo que en esta horrible racha y llegó la frase de “el equipo no juega a nada”. Lo cierto es que, quizás por desesperación, quizás por una luz, o quizás por impartir justicia en la plantilla, algo que Barber reconoció que fue lo mejor de Marcelino en su época, Alberto Monteagudo hizo cambios en el once y el equipo compitió. Eso y el acierto con el gol, que también es clave. Aún estamos a tiempo, pero esa relajación no debe existir en la plantilla y sin importar la categoría o la edad del jugador, debe ser una pretensión mínima dar el máximo posible. Todo lo que no sea eso no merece seguir en nuestro club. Ni en el nuestro, ni en la profesión de deportista. Salvo que se sea tan grande como para hacer cosas sin esfuerzo. De eso, en 2ªB no hay.
Y para ser elocuente, dar mi enhorabuena a Isi Ros, que desde el minuto uno que jugó con el Decano y hasta el último ha luchado cada balón. Así sí. Así se tiene la recompensa del gol (¡y vaya goles y asistencia!) Ese es el camino.
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