Gente en mi memoria

Gila, tú que estás en el cielo de mis recuerdos

El periodista Luis del Olmo dijo que “el humor de Gila no es de rabiosa actualidad, sino de curiosa humanidad”

Publicado: 12/12/2019 ·
12:15
· Actualizado: 12/12/2019 · 12:15
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Autor

Manuel Delgado

Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es periodista de Canal Sur Radio

Gente en mi memoria

El autor aborda en este espacio de una manera personal y desenfadada la crónica social en nuestro país

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Decía el escritor estadounidense Henry Miller, anarquista pacífico de su tiempo, que el payaso es un poeta en acción. En otras palabras: un ser tierno y entrañable -cree uno- que procesa las desgracias de su vida y las convierte en humor. Personas que hacen feliz al espectador un ratico, transformando la hiel de sus amarguras en riquísima miel, lista para provocar las carcajadas del respetable. 

Miguel Gila (Madrid, 1919) conoció el sabor de la hiel de una infancia de penurias: el padre murió antes de que naciera nuestro protagonista y su madre tuvo que ganarse la vida como empleada doméstica. El joven Miguel sufrió cuatro años en la cárcel franquista y tuvo que autoexiliarse en Argentina. Cuentan incluso que salvó la vida cuando iba a ser fusilado por un pelotón borracho. Armado con un inconfundible teléfono y su aspecto de ‘paleto militar’ solía hacer frente al enemigo en el escenario: “¿Oiga, es el enemigo? ¡Que se ponga!” Más tarde, añadía: “Perdone, ¿podrían ustedes parar la guerra un momento?”

Este año 2019 se cumple el centenario del nacimiento de Miguel Gila. Con tal motivo, el escritor Jorge Cascante ha recordado a este brillante monologuista con un magnífico libro, “El libro de Gila”, que contiene 416 páginas con 60 monólogos, 100 dibujos y un centenar de fotografías.

El periodista Luis del Olmo dijo que “el humor de Gila no es de rabiosa actualidad, sino de curiosa humanidad”. Las amarguras de un genio irrepetible transformadas con humor en cercanía y ternura para conseguir la mejor recompensa: la desbordante carcajada en la guerra de la vida. “Yo no es que sea cojo, lo que pasa es que me fusilaron mal”, insistía con ingenio y surrealismo.

Gila terminaba sus actuaciones siempre de la misma manera, con un latiguillo que guardo en mi memoria: “Les quiero mucho a todos”. Una declaración de cariño que era recíproca, de ida y vuelta: nosotros también a usted, don Miguel.

 

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