Alberto Monteagudo se la juega este domingo ante el Badajoz. El rival no es el más propicio, pues es quizás uno de los dos equipos con mejor presupuesto de la categoría, pero el Decano no se puede permitir la racha de resultados que lleva arrastrando estos dos meses. No se conoce la victoria desde que entró octubre y aunque yo mismo he intentado creer en el proyecto, por alguna extraña razón parece que el equipo va a menos en vez de a más. Por ejemplo, la derrota ante el Cartagena fue a mí entender injusta por nuestro juego desplegado, y eso me hizo confiar en lo que se hacía: creábamos ocasiones y costaba materializarlas, pero las creábamos y nos creaban pocas (que si anotaban con cierta facilidad). Entonces nos podíamos relajar un poco y pensar en la mala racha. Pero la crisis se ha agravado, existe un bloqueo en el equipo y ahora mismo somos una pantomima de club que puede perder con cualquiera y al que le cuesta un mundo ganar, cuando por entidad (y dejemos de lado lo de las deudas, porque en teoría y dicho por el propietario, este año no iba a haber problemas) y por afición, deberíamos ser uno de los equipos punteros de la categoría.
El actual Recre de Monteagudo se ha roto en todas las líneas: Nauzet confirma ciertas inseguridades, la defensa está muy flojita en la presión y fallando en momentos clave, el centro del campo ve pasar más tiempo el balón por su cabeza, y arriba solemos tener a cuatro jugadores que atacan pero como si fueran Rambo, cada uno por su cuenta y sin asociarse casi nada. El estado de gracia de Quiles acabó, lastrado por todos estos atenuantes, y el Recre está roto. De hecho, es una pesadilla de lo que debe ser por plantilla. Es cierto que hay déficit de defensores, pero no es excusa para que en el terreno de juego de proponga algo más serio. Tampoco lo considero la típica frase de “no se esfuerzan, no sudan la camiseta”, sino más bien un déficit técnico. En el punto de mira, Alberto Monteagudo tampoco ha sabido mover los partidos a su favor, haciendo que los cambios resulten inoperantes.
A pesar de este análisis, que más que catastrofista me parece realista, ojala se gane y se vuelvan a recuperar las sensaciones del Trofeo Colombino. Ojala se cambie el chip en la cabeza y Alberto Monteagudo pueda seguir y miremos al frente en lo que queda de competición. Pero lo cierto es que si no es así, el club debe reaccionar de forma contundente: o morimos con Alberto, o buscamos algo nuevo. Solo deseo que el lunes el dilema esté en stand by.
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