Decía la modista francesa Coco Chanel que el estilo es el esqueleto. Al jerezano Bertín, con 64 años a sus espaldas, le sienta bien cualquier traje. Un armani o un emidio tucci, por ejemplo, le quedarían de lujo. Él lo sabe -la humildad es una de sus señas de identidad-, por eso, entre otras razones, ha corrido mil aventuras personales y profesionales: en unas ha cosechado aplausos y en otras se ha pasado de frenada.
El 18 de enero de 2016, escribía servidor en un diario digital de la competencia: “Tengo para mí que al bueno de Bertín le hubiera gustado tener sobre el escenario la elegancia de Raphael, la palabra canalla de Sabina o el sentimiento y la voz rota de madrugadas eternas de mi admirada Chavela Vargas”. “A falta de esos dones que el Cielo otorga -proseguía uno-, Bertín propone lo que sabe, hace lo de siempre: ganarse al personal con el buen rollito, empatizar con la peña, tan necesitada de una sonrisa en estos tiempos difíciles que vivimos”.
En Mi casa es la tuya, Bertín explota su estilo/esqueleto: preguntas sin guión, cercanía ante los invitados, televisión en zapatillas. Todo aderezado con opiniones para sacar de quicio a la parroquia, tan susceptible en el patio de las redes sociales. El día que presentó el citado programa llegó a decir : “Los hombres somos inútiles en la cocina y vosotras no jugáis al fútbol”. Osborne no engaña a nadie, su sello es inconfundible: habla del IPC, del procés catalán, del feminismo… He aquí otra perla cultivada dedicada a las mujeres: “Hay más juezas que jueces, hemos tenido vicepresidentas del Gobierno, ministras, defensoras del pueblo y alcaldesas… ¿dónde está el problema?”
La última incursión/ aventura de Osborne ha sido sacar un disco de rancheras, el sexto de su trayectoria profesional. Uno de los temas, “Yo debí enamorarme de tu madre”, lo escribió el gran José Alfredo Jiménez. El compositor mejicano cuenta la historia con su esposa, mucho menor que él. Flaco favor le ha hecho Bertín al inspirado autor que tanto cantó al desamor. 12 temas musicales que pasarían desapercibidos hasta en el festival de mi pueblo. Al buenazo de Bertín le falta cantando rancheras corazón, ‘feeling’, eso que precisamente tenía José Alfredo Jiménez, autor de rancheras que han pasado a mi memoria sentimental, como ‘Amanecí en tus brazos’, ‘Sonaron cuatro balazos’ o ‘Paloma Querida’. Bertín cantando rancheras tiene la misma seguridad y desparpajo que Marujita Díaz cuando una tarde en televisión proclamaba que Richard Gere le había pedido cinco veces matrimonio.
Nadie discute la naturalidad del jerezano, no, pero para afrontar esos temas sobre el escenario hay que tener algo más, “el alma en la voz” como ha escrito alguien -imagino que yo-, uno de los misterios/secretos que guarda el Altísimo para unos pocos/as elegidos/as.
A finales de los años 70, con motivo de una actuación de Lola Flores en el Madison Square Garden, el The New York Times titulaba: “No canta ni baila, pero no se la pierdan”. Salvando las distancias, Bertín es otro animador de la fiesta. Ni sabe cantar ni interpretar, pero ofrece espectáculo. Eso sí, lo que no podemos confundir es un descafeinado con un café de primera. Aun así, ya digo, a Bertín le gusta ser el perejil en todas las salsas: anima el alicaído patio con un discurso de barrio y vende humor españolísimo en tiempos de crisis económica. Así es Bertín, no se lo pierdan…
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