¿Cuántas veces hemos dicho que la cara es el espejo del alma? Muchas veces, seguro, y ahora gracias a la ciencia podemos además asegurarlo porque ciertamente el rostro es el reflejo de lo que sentimos: felicidad, estrés...
A todos nos ha pasado que hemos notado un cambio muy notable en nuestro periodo de vacaciones o cuando estamos menos saturados de trabajo. Nuestra piel se torna mucho más luminosa y su tono más saludable que cuando hemos estado en épocas de mucho trabajo, estrés laboral o emocional. Esto no es casualidad.
La piel reacciona ante las emociones; de hecho, se ha relacionado en numerosos estudios el aspecto con el estado de nuestra mente o sistema nervioso. La evidencia es tal que se tienen en cuenta los factores psicológicos para tratar enfermedades cutáneas. A esta ciencia se la conoce como psicodermatología.
Una gran firma referente en cosmética, como es la japonesa Shiseido, colabora con el Cutaneous Biology Research Center del Hospital General de Massachussetts, que forma parte de la escuela de Medicina de Harvard, para tratar de comprender las interacciones entre cerebro y piel.
Para comprender el funcionamiento de la piel hay que relacionarla con el sistema nervioso, inmunológico y el endocrino. Todo esto aumenta con el paso del tiempo y se hace más notable a partir de los 30, ya que las señales no llegan al cerebro con la misma rapidez y los receptores sensoriales se reducen, volviéndose la piel más vulnerable a las agresiones internas y externas. Como consecuencia, su capacidad para absorber los ingredientes activos de los cosméticos que usamos disminuye.
En definitiva, las emociones positivas, las experiencias cosméticas agradables -textura y aroma- tienen un claro impacto positivo en la piel. Sé feliz a cualquier edad, cambia lo negativo por lo positivo, mímate y cuídate. Os lo digo por experiencia vital: como a cualquier mujer, me gusta que a mi edad, 38, se me vea radiante.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es
