El ojo de la aguja

España, más vieja

Ya hace años que veníamos viendo llegar el problema que crece sinuosamente como el cauce de los ríos, que como dijo el poeta, “van a parar a la mar”

Publicado: 10/06/2019 ·
12:17
· Actualizado: 10/06/2019 · 12:17
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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Ya hace años que veníamos viendo llegar el problema que crece sinuosamente como el cauce de los ríos, que como dijo el poeta, “van a parar a la mar”, donde se hacen grandes. España, más vieja y más grande también en edades. Un camino que agosta con la caída de las hojas del almanaque en cada año, con sus problemas y vicisitudes, y que sigue su paso acelerado de generación en generación, aumentando de esta manera el número de habitantes españoles que por los ciclos generacionales de la vida continúan su curso. Un problema en que los menos viejos y más jóvenes nos hallamos enfrascados. Y es que, con esto de las estadísticas y las previsiones, si los ciclos generacionales no lo remedian con la creación de otros arreglos más venturosos, comenzando sus genes transformantes por la propia familia, nuestro país, España, incluido en la Comunidad Europea, será inmensamente respetado y venerado, se volcarán con nosotros en afectos y simpatías, pero paralelamente a ello, España, triste y paradójicamente será un país de pena.

Y todo porque nuestro índice de estadísticas en cuanto al número de habitantes  en edad de jubilados sobrepasará las cuotas previsibles  por los “cerebros” económicos de la CE. Nuestro país se está quedando viejo. Regulaciones de empleo que, en la mayoría, propician jubilaciones anticipadas. Empresas en liquidación por “derribo”. Miedo, o pavor, como se le quiera llamar al poder inversionista, aumento también del paro, muchos más viejos “prematuros”, viejos que comienzan a serlo antes de tiempo. Hoy por hoy, ante tales circunstancias, los jóvenes matrimonios sitúan por delante una vida confortable y viven el instante por falta de fiabilidad y son los que cada vez más obvian la crianza de hijos y la educación que conllevan. Existen matrimonios que deciden este tipo de sacrificios, evitar ser padres, en su mayoría por circunstancias obvias que están presentes. Triste destino del macho ibérico. En el apartado natural y maternal de celo, lo suplen con la presencia de mascotas.

Así pues, los consabidos problemas de una sociedad consumista, donde la productividad es un auténtico vaivén, sin ninguna estabilidad, generacional por los impuestos, hacen que se propicie ese desequilibrio del alambique que mide los nacimientos. Que conste que vaya por delante que no está en el ánimo el hecho de criticar formas de vida ni tampoco complejos postulados de cada una y de todas las familias, que no se tome por ese lado, pero sí que se vea y contemple la cruda realidad que está a la vuelta de la esquina. Sea porque nuestra envidiada situación geográfica pueda reunir todas esas condicionantes exigibles para que, en un futuro lejano, se nos convierta en la reserva o “asilo” de la vetusta Europa. Parque Nacional de Doñana, Cazorla, zonas ambientales y oxigenantes, etc. Todo para que nos transformemos en la panacea, el Paraíso soñado de la Tercera Edad de nuestra Comunidad Europea. Un país más viejo siempre resultaría más fácil para todo, su ambición no pasaría de ser la única y universal, poder morir en paz.

 

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