El ojo de la aguja

Vendidos

Obligadamente en nuestra columna de hoy nuestro punto de mira crítico lo encauzamos hacia la falta de seguridad...

Publicado: 25/03/2019 ·
13:16
· Actualizado: 25/03/2019 · 13:16
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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Obligadamente en nuestra columna de hoy nuestro punto de mira crítico lo encauzamos hacia la falta de seguridad en la que el ciudadano de a pié  se está viendo sometido por las circunstancias adversas que suceden desde todos los frentes habidos y por haber, debido a esos aconteceres que aludimos y del que, por desgracia, tenemos que tocar madera, porque la verdad sea dicha, vamos en el mismo tren y  no nos podemos librar nadie. Es indudable que la calle, universidad de la vida, se está convirtiendo en el fiel espejo en el que debemos mirarnos todos, sin tratar de esquivar la imagen, porque es en la calle con todas sus carencias, desmanes, tropelías, robos, desafueros incluso muertes, la que con sigilo, va ganando terreno a una sociedad inquietante en la que el miedo a lo que pueda suceder  crece entre los ciudadanos como la mala hierba. Uno se pregunta: ¿Estamos verdaderamente vendidos en la calle? La falta de seguridad se hace patente, y no precisamente solo por el transitar de los vehículos y añadidos. Vendidos en los grandes almacenes, donde el gigante de la inseguridad, a pesar de la vigilancia, impera, de la misma manera que en los pequeños y medianos comercios, cuyos propietarios, recurren a todo tipo de medidas, porque cada jornada de trabajo les resulta un suplicio. Que conste que no está en el ánimo de uno engendrar ningún tipo de alarma, pero sí tratar de que se le vaya poniendo remedio a las reyertas callejeras, mayormente entre jóvenes que, sin importarle un pepino, las mismas sucedan a la luz del día y en medio de los viandantes. No vamos a inventar la sopa de ajos con decir que cada vez se hace más complicado andar por las calles esquinadas de la ciudad o de barriadas de extrarradio, sobremanera en horas nada óptimas, donde no se ve un alma, clima absolutamente propicio para delinquir o cometer fechorías de todo tipo, y de las que afortunadamente, todavía en nuestra ciudad, se suelen dar tan solo casos aislados que no pasan a mayores, salvo excepciones, pero que no tienen ni punto de comparación con las que ya vemos a través de las cadenas televisivas en otras urbes. Uno es consciente que nunca podrán ser suficientes los esfuerzos  de los distintos miembros de la seguridad del Estado que velan por los ciudadanos, Policía Nacional y Guardia Civil, porque también comprende las limitaciones de los mismos con la situación actual de un país que se convierte en un puzzle, desde el entorno puramente político y que tanto daño está haciendo a la sociedad en su conjunto, esa inseguridad que flota y prevalece no halla barreras suficientes  mientras que continúe extendiendo sus tentáculos y generando delincuencia. Es indudable que esta sociedad acelerada sufre en sus propias carnes la repetición de errores que, lejos de ser subsanados, continúa su caminar ascendente creando temor e indefensión en los colectivos más desamparados.

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