Vergüenza. Esa es la palabra. Eso es lo que siento cada vez que voy a ver un partido de deporte base. Gritos, quejas, insultos y cada vez más, peleas. ¿Qué estamos creando alrededor del deporte? El deporte que tantos valores positivos transmite a los niños/as, lo estamos convirtiendo en un arma de doble filo. Entrar a un estadio no te da la libertad de insultar a ningún jugador, técnico o árbitro. No te da la libertad de criticar de forma destructiva de nadie. ¿Alguien cuestiona su trabajo cada día? ¿Alguien le dice que es lo que debe hacer a cada paso que da? Dejen disfrutar. Que su hijo marque un gol, enceste una canasta más, sea el MVP del partido, no va a arreglar nada. Al día siguiente nadie lo va a recordar. ¡Es deporte base! Cuyo objetivo principal es la formación. No exija a su hijo, lo único que va a conseguir es que se vea presionado. No insulte al entrenador, déjele realizar su labor. No cuestione la labor arbitral, cualquiera de ustedes comete un error en su día a día. Todos somos personas. Y lo peor de todo… ¿Qué le está trasmitiendo a su hijo actuando de esa forma? De todo menos valores. Y vuelvo a reincidir, siento vergüenza. Vergüenza de que la sociedad permita todo esto. De que el insulto venga ligado a la competición. Empieza a crear dando ánimos, vitoreando en cada partido. Empieza por saber que, tan solo uno de cada 10.000 llegan a ser futbolistas profesionales. Su hijo no es Messi, ni es Cristiano. Su hijo quiere disfrutar, déjelo tomar las decisiones que él crea oportunas. Si le damos la respuesta, el aprendizaje no será significativo y pronto lo olvidará. Por eso, si asiste a cualquier partido del deporte base, no olvide que son niños y que nadie nace sabiendo.
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