La escritura perpetua

El luchador

López Mozo un hombre sosegado en la palabra y en las formas, pero tremendamente combativo con las ideas y con el teatro

Publicado: 08/11/2018 ·
12:29
· Actualizado: 08/11/2018 · 12:29
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Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Jerónimo López Mozo es un viejo luchador del teatro. Comenzó a escribir, de muy joven, en la agonía del franquismo. En gran medida, cuando el Régimen se hizo más peligroso bajo una mueca falsa de cierta apertura. López Mozo se topó con la censura, con una permanente e inagotable persecución de su obra. Prácticamente todos sus textos fueron prohibidos. López Mozo, entre otras cosas, escribía contra las guerras y contra la pena de muerte. Recuerdo un interesantísimo texto suyo, que leí en 1978 -o sea ayer- titulado ‘Crap, fábrica de municiones’. Una obra fascinante, bañada en vanguardia, que clamaba contra las guerras. Y otro libro lleno de hermosa teoría teatral: ‘Teatro de barrio, teatro campesino’. Creo recordar que aquel texto trataba, entre otras cosas, sobre el Teatro Lebrijano, que llevaba mucha Andalucía dentro, y que López Mozo me comentó cuando entonces que muy pocos grupos o compañías profesionales de teatro iban a conectar de una manera tan honda con la gente del campo y del Sur como lo hacía el Teatro Lebrijano.

López Mozo era -imagino que es- un hombre sosegado en la palabra y en las formas, pero tremendamente combativo con las ideas y con el teatro. Jerónimo -hay que decirlo rápidamente- es, sobre todo, un gran dramaturgo. Un dramaturgo extraordinario. Trabajó durante casi toda su vida como viajante de comercio. Pero no era Willy Loman. En su maleta no llevaba unas elegantes medias negras para regalarlas a una chica de pub de carretera, sino unos textos de teatro furioso que pretendían cambiar la vida. Aquella profesión le proporcionó una absoluta libertad intelectual.

En algún momento habrá que detenerse con pausa para saber el motivo por el que la democracia ignoró el teatro de toda una generación, los llamados ‘Nuevos Autores’, que tanto contribuyeron con sus ideas a la llegada de las libertades. Entre ellos López Mozo. O Luis Matilla, junto al que Jerónimo escribió otro texto memorable: ‘Como reses’. El pasado lunes, en el teatro María Guerrero de Madrid, se celebró la lectura de ‘Bajo los rascacielos’, una de las últimas obras escritas por Jerónimo. Un encuentro inolvidable con el teatro de este autor infatigable, asiduo a los estrenos madrileños. Pero algo se torció peligrosamente durante la Transición, algo muy importante no ha funcionado en la Cultura de la democracia española, para que las obras de Jerónimo López Mozo sigan teniendo cierto perfil de clandestinidad. Eso es muy grave.

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