El ojo de la aguja

Llanto de madre y de hijo nacido

Sea como fuere existe una complicidad de existencia fehaciente pero distinta en el parto de la madre con respecto al llanto del hijo nacido

Publicado: 10/09/2018 ·
11:32
· Actualizado: 10/09/2018 · 11:32
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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Llanto de madre y de hijo nacido, dualidad distinta pero con la misma afinidad, el dolor. Es indudable que el nacimiento de la continuidad de la humanidad, en lo que se refiere al parto de la madre, con su llanto que tiene su prolongación durante el resto de la vida del hijo, verlo crecer, alimentarlo, sanar sus enfermedades, en definitiva, hacerlo hombre, y aun así, la madre siempre lo verá como el hijo que es pequeño, y lo continuará viendo hasta el final de sus días, si no llega el suyo antes, de la misma manera. Esta parte que relatamos nos lleva a esa otra del llanto del hijo, en la que existe un vínculo común que también es el llanto, ya que se ve  obligado a llorar para poder vivir al ver la luz. ¿Misterio?  En este sentido, tal realidad  se nos antoja una cierta contradicción que despierta la inclinación a ese  misterio que aludimos. Si la vida es la fuente de luz como en el hombre-niño nacido,  tiene que romper en llanto para que, en ese contacto con la luz, pueda seguir viviendo al detectar un hilo simple de la misma en su pequeñez.

Por otro lado, conforme pasan los instantes de vida del nacido, poco a poco se hace al entorno imperecedero de esa luminosidad que según Stephen Hawking en teoría termina atrapada  en el tiempo real por los agujeros negros. Es pues la luz la fuente de vida más importante del ser humano, al menos aquí en el planeta Tierra, donde habitamos merced también a su conocida denominación del planeta del agua.

Sea como fuere existe una complicidad de existencia fehaciente pero distinta en el parto de la madre con respecto al llanto del hijo nacido. Tanto madre como hijo pasan por un dolor y un llanto que los separan y los vinculan al mismo tiempo en una atadura de por vida, desde que nace el hijo hasta el largo o menos largo discurrir en la andadura de la vida, tras la mutación de uno u otro.

El enigma de la vida humana en la tierra conlleva multitud de contradicciones porque,  a su vez, mirando para arriba en una noche estrellada, surgen multitud de interrogantes, ramificaciones de no sé cuantos enigmas que nos empequeñecen como un simple átomo, siendo el Hacedor, para todo creyente, el que verdaderamente se empequeñece en nosotros para quitarnos la máscara y hacernos ver que somos una parte de él en ese todo conocido y por desconocer que nos rodea.

Un ejemplo de todo en cuanto al concepto humano en la tierra lo podemos observar en nuestra raza gitana, son sin lugar a dudas, desde sus ancestrales costumbres por sus primeros patriarcas extendidas en todo el hemisferio, las personas que no olvidan sus ancestros y que trasladan de padres a hijos, y de generación en generación, y  ahora, en cuanto al concepto de creencias repartidas en diferentes iglesias, pero donde les llevan hacia la misma finalidad. La creencia por encima de todo tipo de misterio, ante los cuales la inteligencia humana o los cerebros científicos todavía están en primaria.

 

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