Los poco menos de 6.000 espectadores que se dieron cita el pasado domingo en el Nuevo Colombino se marcharon con la tristeza de ver peligrar otra vez la posibilidad de meterse en ‘play-offs’. Un sentimiento que muchos aficionados asocian con la pena de un descenso de Primera división.
Hubo momentos esta temporada de alegría, de satisfacción, de entusiasmo, de amargura, de crispación, de enfado, de pitos, pero hasta ahora no hubo esta tristeza en el seguidor recreativista.
El Recre, que no perdió, empató a cero contra el Numancia y se vio a un equipo agotado, al que se le está haciendo muy largo el año y sin oxígeno en sus jugadores para pasar del centro del campo y crear peligro. Hay formas y formas de jugar al fútbol. Y se puede ascender jugando a defender como ya vimos con Lucas Alcaraz años atrás.
Pero se supone que con una filosofía de toque, que menos que el arte de tocar, tocar, tocar y más meter. Que se lo pregunten a Marcelino García Toral. Y es que el Recre no mete una ni al arcoíris. Tampoco genera fútbol para ello. Sí es cierto que se ha ganado en solidez defensiva pero sin gol no hay paraíso.
Resulta curioso que el Recre de Sergi Barjuan sume dos empates consecutivos a cero si vemos la facilidad que tenía este equipo hace meses para marcar un tanto. Más si cabe llevando una racha de un gol en siete partidos y de penalti, y dudoso.
Se acaba el campeonato. Quedan cinco partidos y siempre uno tiene la esperanza de que el club de sus amores gane un partido. Pero es que los albiazules llevan un triunfo en los últimos nueve partidos. Y ahora visita al Jaén este domingo que se está jugando la vida por no descender. Difícil.
Aún así, la noticia ingrata de la semana es que el Recre ya no ocupa puesto de promoción, pero sí está igualado a puntos y sólo el golaverage le impide estar entre los primeros. Lo realmente preocupante es que el colchón de puntos ya no basta, no se depende de uno mismo y hay hasta diez equipos peleando por lo mismo que el Decano.
Lo mejor del partido ante los sorianos fue la aparición de los canteranos José Naranjo y Tomás Girón. Con ilusión, talento y, cuando pueden, arte, demostraron que no hay tanta diferencia con los que juegan habitualmente.
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