Ya hemos dicho en alguna ocasión que Huelva tiene aire de ciudad detenida, estancada, pendiente de un desarrollo urbanístico que nunca llega, que el equipo de Gobierno, en una excusa de avestruz que esconde la cabeza bajo la tierra, achaca a la situación creada por la crisis, pero que la oposición, con mejor criterio sin duda, justifica y razona en una mala gestión realizada en los últimos años, y en la falta de empuje e iniciativa municipal; también en una planificación que no se ha desarrollado a estas alturas todavía. Hay proyectos pendientes que son especialmente dolorosos, como es la expansión urbana en el Ensanche Sur, la realización de los proyectos pendientes ‘ad infinitum’ como el de Isla Chica o el del solar de la antigua plaza del Carmen, pero también, espinas difíciles de extraer, como la que constituye la recuperación para la ciudad y para los onubenses de la avenida de Francisco Montenegro, aún condicionada por la pocas industrias químicas en ella presente, o los fosfoyesos, esa llaga lacerante a quinientos metros del núcleo urbano por cuya eliminación definitiva no se hace todo lo que se debe. Entre otras conclusiones, destaca también el deterioro que ha sufrido la capital en los últimos años de recortes y abandono, en especial en los barrios, y la necesidad de acelerar o eliminar trámites administrativos para crecer, así como de contar con el mayor consenso posible en lo que se proponga y se haga.
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