La calor

Publicado: 11/07/2021
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Se agradece el despertar sereno de estos días, distinto al del año pasado.
Aunque el diccionario consideracomo rústico o arcaico en género femenino, aquí la hacemos nuestra y encima le regalamos el grado superlativo en nuestra particular definición, extraviando calorina, la voz propia para esta circunstancia sofocante, es decir,la temperatura extrema y lógica de la estación. De un tiempo a esta parte, el boletín meteorológico parece empeñado en descubrirnoslos rigores del verano, como lo llamaba aquella voz aguda en blanco y negro que escapaba de la tele a lomos del primer repelente de mosquitos, cuyo nombre y color identificativo permanecen, aunque éste último nos lo descubrió la farmaciamientras esperaba en el expositor.

Y es que nuestra calor despierta seca. Acunada por el claror va recogiendo los bostezos,alegrándolos con los sonidos de la vida al iniciar el camino diario. El rodaje de un coche, la respiración rítmica de un atleta corredor, la alarma acústica de una grúa o el momento de escurrir el rodillo impregnado de pintura toman el relevo a las palabras inocentes de los niños camino del colegio. Se agradece el despertar sereno de estos días, distinto al del año pasado. Por eso, aunque la rutina se despereza de igual manera, la apreciamos con cierta tranquilidad, con la inquietud latente, quizás menos alta, pero sin abandonarnos.

Este fin de semana, esperábamos con ansia el aumento de la temperatura con la locura del levante desatada jugando al escondite por las calles, enredando melenas, descolocando la ropa mientras el recuerdo alegraba el paseo. Lo echábamos de menos, pero no nos hemos dado cuenta hasta que las circunstancias se han impuesto a la voluntad y al asueto. Sin embargo, no nos hemos quejado de sus embestidas, de lidiar con lo invisible y hemos sonreído bajo la mascarilla, porque el golpe momentáneo de la ráfaga no nos ha impedido respirar.

Nos ha acariciado en la calor del mediodía, la misma que viste de gris el color violeta del atardecer, preparándose para refrescar la noche. Enamoradizo, el levante nos ha silbadoal colarse por los agujeros de las persianas, ha hecho temblar las puertas y ha estirado los pliegues de las cortinas, un oleaje vertical cercano al prodigio, sólo percibido por cuantos despertamos y aún amodorrados nos va espabilando la paulatina claridad.

Y cómo reconfortan los sonidos, la charla sosegada de quienes van a recibir la segunda dosis de la vacuna, el rodaje ligero de los carritos sin compra y el rugido grave y entrecortado de la sierra podando los ficus de la alameda, el relevo al corte seco percutido por la podadera gigantesca de Mainé, encaramadouna escalera interminable. La calor, la nuestra, se refresca con recuerdos.

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